Canarias  |  Náutica  |  Arquitectura  |  Historia  |  Clásicos  |  Ciencia  |  Infantil

 

 

     
 

Cunqueiro: Artículos Navidad:
Nació para nosotros:
En la leyenda de San Francisco, de San Buenaventura, se lee que «il poverello», para despertar la piedad pública, quiso celebrar la Natividad del Señor Jesús con la mayor solemnidad, en un barrio que llamaban «de Grecia». Y teniendo permiso del Papa, preparó una cuna, y llevó paja, y un buey, y un asno, y avisó a los frailes y al pueblo: «en el bosque resonaban los cantos, y aquella noche memorable vino a ser la más memorable que hubo nunca, y todo resplandeciente de luces». Francisco estaba cerca de la cuna, el rostro bañado por las lágrimas y el corazón lleno de alegría. Después de la santa misa, Francisco predicó a las gentes, anunciándoles el nacimiento del Rey Pobre. En la ternura de su corazón le llama «il piccolino de Belem». Y aconteció que estaba presente un caballero llamado Juan de Grecia, quien más tarde abandonó las armas del siglo, y el tal Juan aseguró haber visto en la cuna a un niño hermosísimo, dormido, y cómo Francisco lo tomaba en brazos, y lo despertaba… ¡El Rey Pobre! Y por él, pocos años después vendrá Dama Pobreza a los cantos de los poetas, de Jacopone da Todi en aquel verso hermosísimo: «¡povertade, poverella!» (pobreza, pobrecita!)… No sé por qué, leyendo en Paul Eluard aquello de «Bonjour, tristesse!… Tu n’est pas tout à fait la misère / Car les lèvres les plus pauvres te dènoncent / Par un sourire / Bonjour tristesse…», yo recordaba a los franciscanos de Dama Povertade, y hallaba que el de Jacopone y el de Eluard eran muy semejantes y dos de los versos más hermosos de todos los siglos. (Y me dolió siempre que el de Eluard haya sido usado por la Sagan como título de su primera novelucha). En fin, un Rey Pobre, y ha hecho temblar a los poderes en la noche, y con razón. Fatigados los hombres ya antes de nacer, pasamos de tiniebla a tiniebla con los ojos cerrados, pero los abrimos para ver cómo nace el Rey Pobre, y con los corazones nuestros arrodillados, retenemos la esperanza hasta el Último Día.

Melchor:
Se nos ha enseñado que los magos de Oriente —hechos reyes muy tarde, tarde fijado su número de tres, tarde recibiendo nombre y decidiéndose que uno fuscus, hosco, negro, en el pseudo-Beda—, tras la Epifanía se fueron a sus países. Pero la cosa no está tan clara, o se complica, cuando las Cruzadas. Porque ustedes saben que entre los caballeros, los barones amigos del Señor, que fueron a Ultramar al rescate del Santo Sepulcro, iba uno de los Baux de Provenza, el cual, cabalgando por las fronteras de Siria, hacia las fuentes del Jordán o por los altos de Golán, conoció nada menos que a una sobrina tataranieta de Melchor —al que ya habían hecho rey—, y que sería una morenita menudita y graciosa, con la cual se casó. Y la trajo a Provenza, «mi naranjal cercado» que dijo Mistral. Y en sus armas de poner, pintar y llevar, borraron y pusieron, en azul, de oro la estrella que guió los magos a Belén. Que allí sigue. Por eso en Les Baux hacen tan gran fiesta de la Epifanía. Y de dos cosas una: o Melchor se quedó por allí, por el Jordán, y fundó casa, o la niña venía del reino secreto a Jerusalén, guiada por una historia que se contaba en su torre. Yo me atengo a lo primero, porque, como es sabido también, por ese tiempo fueron hallados los huesos de los tres magos, y tras varias peripecias, llevados a la catedral germana de Colonia, donde aún están. Yo conocí en Vigo a un antiguo empleado de la Hamburguesa, que siempre me hablaba de los grandes banquetes del transatlántico Cap Polonio, y de su abuelo, a quien su madre había llevado, niño, a la catedral de Colonia una víspera de Reyes, y lo había acercado al sepulcro de los magos —otras madres hacían lo mismo con sus hijitos—, para que escuchase campanillas, voces orientales, y el trotar por una costanilla empedrada, la que se adentraba por muros de Belén hasta el mercado, los caballos de Melchor, Gaspar y Baltasar.

Los magos de Oriente:
Una querida amiga mía, excelente escritora, consultándome un artículo sobre los Magos de Oriente que, según Lucas, acudieron a Belén de Judá a adorar al Niño, quedó ligeramente contrariada porque le negué que el negro fuese una invención española, y por ende una prueba de nuestro antirracismo. Lo del mago o rey negro, y que los magos o reyes sean solamente tres, son cosa del pseudo-Beda, que nos dice que, de los orientales, uno era fuscus, hosco, negro. Lo de ser tres los magos o reyes, vendrá de los tres dones, oro, incienso y mirra. Algunas tradiciones coptas hablan de doce magos, y parece que un texto de San Juan Damasceno haya de interpretarse como que eran sesenta. Cuando en estos días navideños paso por Compostela, voy siempre a San Fiz Solovio, una de las más antiguas iglesias de la ciudad, a ver la adoración de su pórtico románico. Yo la creo quizá la más antigua de Galicia, y me digo que la primera vez que los gallegos vimos a los magos de Oriente fue en este bello arco románico. Son tres, uno fuscus como quería el pseudo-Beda. Yo me detengo ante San Fiz con un gran pan de centeno bajo el brazo —el mercado compostelano linda con la iglesia—, y me gustaría ofrecer un codo a aquella misteriosa compañía, todavía vestida de los azules y rojos de la coloración medieval. Pero están a lo suyo y no me atienden.

La campana del ermitaño Gendalón:
Gendalón vivía en una isla del Finisterre bretón y nunca había visto una golondrina. Un año, por abril, lo avisó una gaviota de que llegaban a la isla aves nunca vistas, las golondrinas. Cuando llegaron, el ermitaño las saludó en latín pronunciado a la bretona. Hicieron amistad las golondrinas y el ermitaño. Un día, la golondrina mayor le dijo a Gendalón: —¡Nos vamos hacia el sur! —¡Os lleváis mi alma! —respondió el santo. Y fue así: el alma de Gendalón se convirtió en golondrina, se salió de él por la boca, y viajó con las otras golondrinas. El cuerpo de Gendalón quedó en la isla, quieto, dormido, y no despertó el santo hasta que en «la primavera siguiente volvieron las golondrinas, y con ellas el alma del ermitaño, que para meterse dentro del cuerpo tuvo que apartar con su pico de golondrina unas telas de araña, que las tejedoras habían tendido allí precisamente para cazar las moscas que iban a la lengua de Gendalón, que era dulcísima, por tantas veces que había sido usada para decir el nombre de María». Gendalón despertó, saludó a las golondrinas, y se puso a leerles en voz alta de los Santos Evangelios, y de cuando en cuando, tocaba la pequeña campana de bronce que le había regalado el rey de Cromaelch —un rey que parece que no ha existido, pero que ha regalado muchas cosas a los santos y a las iglesias de Bretaña. Este rey, cuando supo que los de Oriente habían estado en Belén, se fue allá, y dicen que aún llegó a tiempo de adorar al Niño. Chateaubriand creía que era cierto, porque una vieja criada de Combourg solía cantar: Ya regresa el rey de Cromaelch, ya encendieron fuego para los asados. Y esos que parecen truenos, es el ruido de la sidra, que las ruedan hacia el salón.

Memoria de la violencia:
Siempre pensé que el que una degollación de Inocentes fuese pintada en el siglo XIV en la catedral de la Asunción, en Mondoñedo, se debió a que el pintor, que sería del país, donde quedaría memoria de la invasión normanda, comparaba la matanza ordenada por Herodes con las hechas con el hierro noruego, hijo de fraguas divinales… Y por ver en la nave de la Epístola de mi catedral a los degollados, inocentes, sacados de la cuna, y envueltos aquellos de Belén a la manera de los niños nuestros aldeanos —como aún hoy en Miranda o en las aldeas montañesas de la Corda—, yo imaginaba, con el pintor, las matanzas de mano viquinga en Galicia. Con lo cual coincidía con Péguy y le daba eternidad a la Degollación. La horrible eternidad de la violencia, de la inutilidad de la violencia. De todos los poderes que el hombre ejerce, el más inútil, torpe y sin mañana. (Alvaro Cunqueiro)

Nacimiento (Saramago) | Nacimiento (Papini) | Belén: Soliloquios (Papini) | Navidad: Artículos | Demonios | Paranormal | Dante: Infierno | Biblia | Biblia: Relatos | Mitología | Mitología escandinava | Literatura: Símbolos | Poesía épica | Medieval | Mitos: Revisión | Metáfora (Ferrater) | Fantasia (Ferrater) | Literatura fantástica | Hipatia | Italia | Buda | Gaélica | Arabe | Arábigo-andaluza | Renacimiento (J.M.)

 

 

[ Inicio | Canarias | Literatura | La Palma: Historia | La Palma | Filosofía | Historia | Náutica | Ciencia | Clásicos ]