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Japón: Lugares Patrimonio Cultural:
Japón permaneció bastante al margen de influencias exteriores durante muchos siglos y desarrolló un rica cultura particular. La isla japonesa de Tsushima dista apenas 50 kilómetros de la costa coreana de Busán con lo que el aislamiento nunca fue completo. El país posee 22 lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, 4 de carácter natural y 18 culturales. Con 24 bienes culturales inmateriales incluidos en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad es uno de los países con más bienes de este tipo. A partir del siglo VII aparece gran número de templos budistas. Los japoneses actuales practican los ritos de sus dos tradiciones según la naturaleza de la ocasión. Prefieren el Shinto para los rituales de nacimiento y matrimonio, y el budismo para los ritos funerarios.

Entre los templos de Horyu-Ji están las construcciones de madera más antiguas del mundo conservadas hasta la fecha. Pueden identificarse claramente elementos de la arquitectura budista china. Shirakawa-go, en los alpes japoneses, es una aldea histórica con arquitectura tradicional muy antigua y original. Nara, al sur de Kioto, es una antigua capital japonesa con un renombrado templo que alberga el Gran Buda de Nara. Nikko, a dos horas de Tokio, alberga el Templo de Toshogu, conocido como el santuario de los 3 monos sabios y considerado como tesoro nacional del país. Destacan en importancia el puente Shinkyō, el Templo Rinnoji, el Santuario Futarasan y el Taiyuinbyo. El Monte Fuji, volcán sagrado, es destino de populares peregrinaciones. Kamakura, ciudad rica en lugares de culto, alberga el Templo de Kotokuin, con la enorme estatua de bronce de Daibutsu o Gran Buda de Kamakura. Otros lugares venerados que posee son el santuario de Kamakura-gu y el Tsurugaoka Hachiman, los templos Zen de Kenchō-ji y Engaku-ji, el convento Tōkei-ji, el templo Hase-dera y las tumbas de Minamoto no Yoritomo y Hojo Masako. Entre el Patrimonio cultural inmaterial japonés destaca el teatro Nogaku, el teatro Kabuki, el teatro de marionetas Ningyo Johruri Bunraku, técnicas de fabricación tradicional (tejidos de ramio, papel), procesiones, danzas y rituales.

Pérdida del paisaje tradicional:
En la poesía tradicional japonesa están muy presentes las manifestaciones de la naturaleza y los entornos naturales. Aunque se aprecia un gran interés por conservar entornos tradicionales las poblaciones de Japón experimentaron cambios radicales y un proceso acelerado de urbanización. La elevada densidad de población demanda nuevas edificaciones e infraestructuras. Los parques japoneses deben mucho a la añoranza de entornos naturales perdidos que son citados con gran frecuencia en la poesía tradicional. En los grandes parques famosos poetas son recordados por lápidas y templetes entre los árboles. Para componer un jardín los diversos elementos se juntan siguiendo criterios de armonía y criterios de significado. Las estructuras de madera deben ser renovadas con el paso de los años. Los senderos trazados no buscan comodidad ni el acceso más directo sino ofrecer perspectivas únicas. Quedan muchos vestigios de una visión religiosa animista de variados elementos naturales como árboles, arroyos y animales del bosque. Los templos de madera y dimensiones reducidas se integran con los árboles y setos de su alrededor. En los arrozales, que son ricos ecosistemas inundados con elaboradas técnicas, la especie de mayor relevancia es la carpa.

Kioto:
Kioto está llena de templos y santuarios. Los principales son el Santuario Fushimi Inari-Taisha, los templos Ginkakuji, Kinkaku-ji o Pabellón Dorado, Ryoan-ji y el templo Kiyomizudera. Una actividad popular es pasear por el Camino de la Filosofía, el Bosque de Bambú de Arashiyama y el barrio tradicional de Gion. Los monumentos de Kioto tuvieron una suerte excepcional durante la destrucción masiva llevada acabo durante la Segunda Guerra Mundial. Su conjunto patrimonial de 17 monumentos engloba las localidades cercanas de Uji y Otsu. Contiene muchos más templos budistas que sintoístas, un castillo y jardines de gran belleza. El templo de Fushimi Inari tiene miles de torii, arcos que en los templos shinto señalan el límite entre el espacio profano y el sagrado. La mayor concentración de templos notables se encuentra en las inmediaciones de Kioto, Osaka y Nara, localidades próximas entre sí. Nara fue capital de Japón en el siglo VIII d.C.

El Castillo Himeji, a 47 kilómetros al oeste de Kobe es una de las estructuras más antiguas del Japón medieval. Emplazado en una colina, desde su torre principal se divisa un vista única de la ciudad costera de Himeji. En la isla de Miyajima, cercana a Hiroshima, se encuentra el Santuario de Itsukushima, construido parcialmente sobre el mar.

Plantas y árboles:
El sintoísmo, la religión nativa centrada en la veneración de los espíritus de la naturaleza (kami), influyó mucho en la especial relación de los japoneses con árboles y plantas. De esta consolidada atracción derivó una dedicación esmerada al perfeccionamiento y cuidado de jardines, bonsáis y arreglos florales (ikebana). La antigua tradición china del bonsái arraigó firmemente en Japón donde se interpretó desde la concepción Zen de belleza de una austera severidad. Pasó de los señores nobles a los monjes, que los colocaron con solemnidad en las escaleras de los templos. Algunos gestos o breves prácticas del sintoísmo tienen presencia en la vida cotidiana. El agua que fluye, importante elemento de la religión, se reproduce con frecuencia de manera delicada y tradicional. En los santuarios los fieles se lavan las manos y se enjuagan la boca con agua usando un cucharón de madera antes de rezar inclinándose con las manos a la altura de la cara. Antes de sumergirse en el baño o en las aguas termales es necesario purificarse ritualmente. En los relatos sobre la creación del mundo el agua está muy presente en las gestas de los sobrehumanos protagonistas.


Jardín de Kioto en otoño:
En noviembre las hojas de los arces se ponen de un rojo escarlata que es la nota dominante del paisaje otoñal japonés, destacándose sobre el fondo verde oscuro de las coníferas y sobre las diversas tonalidades de leonado, herrumbre y amarillo de los otros follajes. Pero los arces no se imponen a la vista con un acto de descarada prepotencia cromática: si el ojo es imantado por ellos como siguiendo el motivo de una música, es por la ligereza de las hojas estrelladas, como suspendidas en torno a las ramas finas, todas horizontales, sin espesor, tendiendo a expandirse y al mismo tiempo a no estorbar la transparencia del aire. Amarillas, con el amarillo más agudo y luminoso, son en cambio las hojas del ginkgo, que llueven desde las altísimas ramas como pétalos de flores: infinitas hojitas en forma de abanico, una lluvia continua y ligera que pigmenta de amarillo la superficie del lago. [...] La norma de los árboles altos es el resultado de una sabia podadura. Subidos a escalerillas triangulares con el palo de apoyo de bambú, dos jardineros podan los pinos. Parecería que desplumaran con los dedos la cima de cada rama, dejando sólo un pequeño penacho horizontal, de modo que la copa se expanda como una sombrilla.

[...] La construcción de una naturaleza que pueda dominar la mente para que la mente a su vez pueda recibir ritmo y proporción de la naturaleza: así podría definirse el intento que ha inducido a componer estos jardines. Aquí todo debe parecer espontáneo y por eso todo está calculado: las relaciones entre los colores de las hojas en las diversas estaciones, entre las masas de vegetación según su tiempo de crecimiento, las irregularidades armoniosas, los senderos que suben y bajan, los espejos de agua, los puentes. Los lagos artificiales son un elemento del jardín no menos importante que la vegetación. Habitualmente hay dos, uno de agua que fluye, el otro estancado, y determinan dos paisajes diferentes, entonados con estados de ánimo diferentes. Dos cascadas hay también en el jardín Sento: una macho y una hembra (Odaki y Medaki), la primera que cae a pico entre las rocas, la segunda que murmura saltarina en una grieta del prado entre peldaños de guijarros. Los prados no son de hierba sino de musgo. Hay un musgo que forma verdaderas plantitas de unos centímetros de alto: le llaman en japonés musgo-cedro porque las plantitas se asemejan a minúsculas coníferas. (Hay un templo en Kioto cuyo jardín está enteramente cubierto de musgo: se cuentan allí cien especies diferentes, o por lo menos treinta, según clasificaciones más rigurosas. Pero con el templo del musgo se entra en un mundo diferente: como el de un parque nórdico embebido de lluvia. En realidad cualquier caracterización demasiado detallada nos aleja del verdadero espíritu del jardín japonés, donde un elemento jamás saca ventaja a otro). Cada aspecto del jardín se propone provocar admiración, pero con los medios más sencillos: todas plantas familiares, ninguna búsqueda de efectos sensacionales. Casi ausentes las flores; alguna camelia blanca o roja; es otoño y los colores los dan las hojas; pero faltan también las plantas de flores; en primavera florecerán los árboles frutales. Montículos, rocas, declives multiplican los paisajes. Los grupos de plantas se disponen según sus proporciones recíprocas para crear la ilusión de la perspectiva: los fondos con árboles que parecen distantes están en cambio a dos pasos; perspectivas que suben o bajan sugieren espacios que no existen. La pasión japonesa por lo pequeño que da la ilusión de lo grande se expresa también en la composición del paisaje. (Italo Calvino, de Colección de arena, 1976)


► El ramio [Boehmeria nivea] es una planta asiática de cuyos tallos se extraen las fibras con las que se tejen telas y cintas. Su cultivo fue llevado desde la península malaya hasta el Antiguo Egipto, China y Japón.

 

 

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