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Juicio Universal de Papini: Coro de los ángeles:
Anuncio de la apertura del Juicio:
Ahora que se ha desvanecido el mundo como un sueño interrumpido y las estrellas se han apagado una a una como pobres candelas al término de un funeral;
ahora que el sol, convertido en globo de hollín, se ha disuelto, polvareda negra en la oscuridad;
y la luna se deshizo, y cayó a manera de blanca rosa ya marchita; ahora que la vieja tierra, reblandecida por la sangre y el llanto, se ha partido como un blando grumo de barro;
por fin ha acabado, para vosotros, el terror del final.
Todos habéis resucitado, todos sois eternos: solo la muerte ha muerto para siempre.
La gran experiencia terrena ha concluido, la humana prueba ha llegado a su término.
Después de milenios transcurridos en la frialdad de las tumbas, en la vorágine de los océanos, en la gruesa corteza del planeta, solo vosotros, los hombres, habéis resurgido de la inmensa laguna de la muerte.

Por primera vez todos reunidos a un tiempo, todos, a un tiempo, presentes; no separados ya en los turnos de las generaciones; no separados ya por la sucesión de los tiempos,
por fin todos iguales en la resurrección y en el temor, todos iguales ante un mismo Juez,
todos iguales: excepto en el peso de la infelicidad y en la carga de los pecados.
De la antigua estancia todo se ha disipado y desaparecido excepto la memoria de vuestras miserias y de vuestras culpas.
Ya todo está acabado: vuestros pensamientos y vuestros actos no pueden borrarse ni esconderse.
Los anales de la vida de cada uno de vosotros están abiertos y son indelebles.
Ya no podéis cambiar de acento ni de signo, esconder lo que creísteis secreto, ocultar un solo movimiento del alma, un solo gesto del cuerpo.
Pero la última gracia se os ha concedido: manifestarnos vuestra defensa y vuestra acusación,
antes de presentaros ante Aquel que os creó, ante Aquel que os salvó, ante Aquel que os resucitó, ante Aquel que os llamará a la luz de la eterna presencia o que os abandonará a las tinieblas de la eterna ausencia.
Podréis decirnos lo que vuestro corazón, de nuevo vivo, recuerda y espera,
podréis confiarnos todo lo que haga subir a vuestros labios, mudos desde hace siglos, el hambre y la sed de la salvación.
Es el último refugio que os ofrece la Misericordia antes de entregaros a la Justicia.
A todos se les ha concedido esta suprema apelación, a los que parecieron inocentes y a los que espantaron al mundo con sus delitos.
Abrid, pues, sin temor, las entrañas de vuestra alma.
Lo que nos digáis será escuchado también por El que os ha restituido carne y voz para que podáis invocar, por última vez, su Amor.

Intercesión al final del Juicio:
[En la parte final del Juicio Universal el coro de los ángeles intercede por los condenados pidiendo su perdón].
Ya fuimos elevados por tu infinita generosidad, Padre de toda alegría, a tu reino.
Nada tenemos que pedir para nosotros mismos y, sin embargo, nuestra felicidad no es plena, no es perfecta.
Pensamos en los que esperan tu juicio, en los que temen la sentencia, en los que saben que merecen tu condena.
Sufren, Padre, y son asimismo nuestros hermanos y el sufrimiento de ellos turba y ensombrece nuestra felicidad.
Vivieron también sobre la tierra, lo mismo que nosotros, vistieron carne semejante a la nuestra, conocieron las miserias y las luchas que nosotros conocimos;
estuvieron, algunos, unidos a nosotros por el afecto y por la sangre, asociados a nosotros en las tentaciones y en las desgracias;
son nuestros hermanos, Señor, y algunos hemos amado y ahora amamos también a los que allá en el mundo nos parecía odiar.
Son semejantes a nosotros, Padre de los justos y de los injustos, y quizá solo por fortuna casual o por sobrenatural protección no estamos también abajo con ellos, unidos en el mismo temor y en el mismo dolor.
La sombra de su padecer habita nuestra alma, amengua nuestra exultación.
Si fueron pecadores fueron también desgraciados y ahora son desesperados.
Muchos fueron castigados por los hombres; todos encontraron en ellos mismos el castigo, todos, por lo menos en parte, han expiado.
Porque tú sabes, tú que hasta el más escondido rincón lees los corazones de los hombres, que todo delito es castigo.
Perdónalos también a ellos, Padre del Flagelado. ¡Perdónalosa todos!
Blasfemaron aquellos que llamaron injusticia hacia los justos tu misericordia para los injustos.

Si nuestra súplica, la plegaria de los que siempre obedecieron, puede pesar en tu balanza cuanto un átomo de polvo, cuanto una lágrima de niño
¡escucha la oración de los absueltos, oye la súplica de los salvados!
Toda tu familia terrena fue como una inmensa foresta plantada por tus manos.
Vino el rabioso turbión del mal y trastornó con su hálito y su bramido toda la humana selva.
Algunos arbustos, más humildes y bajos, se doblaron bajo el ímpetu infernal, pero no fueron tronchados ni arrancados.
Pero los viejos de gran altura fueron arrasados y machacados por la furia de los rayos.
Y, sin embargo, los unos y los otros, arbolillos y encinas, vinieron todos de tu divino vivero.
Los arbustos que quizá debieron a su debilidad la salvación, interceden ahora por los gigantes de la selva, heridos y doblegados, pero siempre hermanos nuestros.
El perdón que les concedas no será ofensa contra nosotros, sino nuevo premio, porque nuestras almas serán libradas del pensamiento que las turba.
No nos niegues esta gracia, esta prueba suprema y extensa de tu amor;
este retorno de todos los hijos que habían huido, que se habían perdido en los páramos de la vida;
esta llamada de paz que será el cumplimiento y el coronamiento de la Redención.
Nuestra felicidad será mucho mayor cuando sepamos que tu amor ha liberado a nuestros hermanos de toda infelicidad
y que en tu universo, donde los exiliados en la tierra conocieron tantos delitos y temores, no queda ya una lágrima en los ojos, un remordimiento en los corazones, un aguijón en las carnes, ningún temblor, ningún dolor en ninguna criatura nacida de tu voluntad; sino que en todas partes, en todo punto del ser, en todo espíritu, resplandezca para siempre la irradiación del éxtasis eterno.
(Giovanni Papini, Juicio Universal)


Empeño tenaz en el proyecto:
Desde su primera juventud Papini tuvo el anhelo de escribir una obra fuera de lo común, excepcional, grandiosa de concepción y de dimensiones: una de las que perduran en los siglos. La primera idea de un Juicio Universal es de 1904. Papini se limita a reunir unos cuantos apuntes y abandona el atrevido proyecto. No logra desprenderse del propósito de representar en un gran libro el drama del hombre y de la humanidad. Los personajes históricos que incluye no están presentes en función de su renombre. Son las circunstancias de sus vidas y sus actos los que ilustran, agrupados en círculos según el tipo de sus pecados, a personajes con un papel secundario en la Historia. Constituye un rico compendio de conductas con implicaciones de carácter moral llevadas a cabo en medio de una variada combinación de circunstancias.

El Purgatorio:
Es un estado transitorio de purificación y expiación que confina a los que han muerto sin pecado mortal pero que han cometido pecados leves no perdonados o graves ya perdonados en vida pero sin satisfacción penitencial por parte del creyente. En cuestión de un tiempo variable los que entran en el Purgatorio terminan teniendo acceso al Cielo. En la Divina Comedia Dante lo describió como una montaña con siete rellanos. La mayoría de las iglesias protestantes rechazan la existencia del Purgatorio. Para Lutero se trata de una invención humana que confunde al hombre y le hace creer que hay perdón después de la muerte por medio de la compra de indulgencias. Santo Tomás negó que Dios pudiera valerse de los demonios para la administración de las penas del Purgatorio. Durante los Concilios de Trento y Vaticano II se aclararon algunos puntos doctrinales. La Iglesia católica aclara en la actualidad que el término no indica un lugar, sino una condición de vida.

 

 

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