CANARIAS
Poemas



Tomás Morales (1885-1921):
Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina
Silencio en los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido
Fingen en la penumbra fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados
mirando entre las ondas muertes de la bahía.
Y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía.

Pedro García Cabrera (1905-1981) "Las islas en que vivo":
Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisan sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo,
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esta isla
que no sea silencio amordazado.


Fernando García-Ramos Que libre campo es el mar. nadie lo asurca ni siembra, ni tiene majanos blancos, ni tiene lindes ni cercas. Fruto es el peje en la barca, si el campesino lo pesca; hay que adentrarse sin miedo, hay que meterse en la brega, hay que bogar duramente contra el viento y la marea, bajo el sol que no perdona, bajo la noche sin tregua. A Passagem das Horas. Fernando Pessoa ... Viajei por mais terras do que aquelas em que toquei Vi mais paisagens do aquelas em que pus os olhos Experimentei mais sensaçôes do que todas es sensaçoes que senti, Porque, por mais que sentisse, sempre me faltou que sentir E a vida sempre me doeu, sempre foi pouco, e eu infeliz. A certos momentos do dia recordo tudo isto e apavoro-me, Penso em que é que me ficará desta vida aos bocados, deste auge, Destra entrada às curvas, deste automóvel à beira da estrada, deste aviso, Desta turbulência tranquila de sensaçôes desencontradas, Desta tranfusâo, desta insubsistência, desta convergencia iriada, Deste desasossego no fundo de todos los cálices, Desta angústia no fundo de todos os prazeres, Desta saciedade antecipada na asa de todas as chávenas, Deste jogo de cartas fastiendo entre Cabo de Boa Esperança e as Canárias. Não sei se sinto de mais ou de menos nãao se Não sei se a vida é pouco ou de mais para mim. Se me falta escrúpulo espiritual, ponto de apoio na inteligência, Consanguinidade com o mistério das coisas, choque Aos contactos, sangue sob golpes, estremeção aos ruídos, Ou se há outra significação para isto mais cómoda e feliz. Seja o que for, era melhor não ter nascido, Porque, de tâo interessante que é a todos os momentos, A vida chega a doer, a enjoar, a cortar, a roçar, a ranger, A dar vontade de dar gritos, de dar pulos, de fica no châo, de sair Para fora de todas las casas, de todas las lógicas e de todas as sacadas, E ir ser selvagem para morte entre árvores e esquecimentos, Entre tombos, e perigos e ausência de amanhâs, E tudo isto devia ser qualquer outra coisa mais parecida com o que eu penso, Com o que eu penso ou sinto, que eu nem sei qual é, ó vida. ...
Os Lusiadas. Luis de Camões
Ya las islas Canarias visto habiendo, que tuvieron por nombre Fortunadas, luego a las hijas fuimos conociendo del viejo Esperio, Hespéridas llamadas, tierras por donde maravillas viendo anduvieron (sabrás) nuestras armadas; allí tomamos puerto con buen viento por de tierra tomar mantenimiento

Miguel de Unamuno (1864-1936):
"Esta soledad del mar que por todas partes nos ciñe, es como un sedante. Del mar surgieron en un tiempo las islas, en poderosa conmoción, en titánica lucha entre Vulcano, dios de las ígneas entrañas de la tierra y Neptuno, dios de los inmensos mares. Estas islas envueltas por tanto tiempo en la bruma de la leyenda, éstas que algún soñador supuso un resto de aquella antigua Atlántida, fueron un alzamiento volcánico de las entrañas de la tierra. Entre ellas navegaba también aquella fabulosa isla errante de San Borondón, la del santo irlandés, que allá, entre los hielos del polo, encontró a Judas, el traidor, que salía cada año, el día de Navidad, del infierno, para ir a refrescarse…"

Juan Rodríguez Doreste:
La isla, pues, tiene como un cuerpo animado de movimiento, sus dos tropismos, sus dos fuerzas: la centrífuga, que nos empuja y nos invita a partir, y la centrípeta, que nos aferra al suelo, nos aísla, nos vuelve hacia dentro, nos crea nuestra aptitud para el silencio y la intimidad, frente a un mar que es como cantara Saula Torrón, campo azul para todas las siembras del sueño, un mar que en su infinita grandeza, dándonos la sensación de nuestra pequeñez, nutre la raíz de nuestra inclinación melancólica, de nuestro carácter soñador.

María Rosa Alonso, "San Borondón a la vista":
La isla más islas de todas las islas es la inaccesible, la isla a la que nunca se puede llegar. Isla es parador y tregua en la inmensidad de las aguas pavorosas; es jalón y remedo de tierra firme. Tierra firme ha sido siempre tierra en serio, continente y no esa angustia de trozos, fragmentos de verdad, que son las islas, nunca entrega, siempre engaño que acecha al hombre en alta mar.

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