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Historia:
Ricardo Corazón de León: la leyenda frente a la historia (I).
Cuando oímos el nombre de Ricardo Corazón de León se nos viene inmediatamente a la mente la caballeresca figura del gran guerrero y famoso rey de Inglaterra que luchó en la Tercera Cruzada contra Saladino y que jugó un papel protagonista en las aventuras de personajes de leyenda como Robin Hood e Ivanhoe. No obstante, una aproximación más detallada a la figura histórica de este famoso personaje nos obliga a diferenciar entre el Ricardo Corazón de León guerrero y líder militar y el Ricardo I rey de Inglaterra. En la primera de las dos facetas, nuestro protagonista tiene más que ganada su fama ; sin embargo, como rey de Inglaterra Ricardo I dista mucho de encontrarse en la lista de los monarcas más significativos o destacados en la historia del país británico. Nacido en Oxford en 1157 e hijo del formidable matrimonio formado por Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, Ricardo no estaba en principio destinado a heredar la corona inglesa; dicho honor correspondía al primogénito varón del matrimonio, su hermano Enrique “el Joven", al que su padre llegó a asociar en vida al trono inglés. A Ricardo le esperaban como herencia a parte de las posesiones familiares en territorio francés, concretamente el condado de Aquitania. El tumultuoso carácter de la familia Plantagenet llevó a Ricardo y a sus hermanos a enfrentarse en un conflicto abierto contra su padre, todo ello con el apoyo de su madre Leonor. La rebelión empezó en 1173 por el descontento de Enrique “el Joven”, que entendía que pese a su coronación y asociación a la corona de Inglaterra y la promesa de heredar Normandía y Anjou, su padre le estaba negando el ejercicio de cualquier poder real. Cuando Enrique II entregó tres importantes castillos como regalo de boda al hermano menor Juan “sin Tierra”, Enrique “el Joven” sintió que se le negaba parte de la herencia a la que tenía derecho y se rebeló contra su padre uniéndose al rey de Francia; sus hermanos Godofredo y Ricardo se unieron a él. Por entonces Ricardo contaba con apenas quince años, pero pronto empezó a demostrar sus dotes en el campo de batalla. La situación de enfrentamiento familiar continuó a lo largo de los años, aunque las muertes prematuras de Enrique y Godofredo dejaron a Ricardo como líder de la facción que se oponía a su padre, además de como heredero al trono inglés y el resto de extensas posesiones familiares en Francia, alguna de las cuales ya se había asegurado por la fuerza de las armas. Cuando Enrique II muere en 1189, Ricardo desembarca en Inglaterra para ser coronado en Londres. Sin embargo, su estancia en el país es breve, apenas permanece tres meses en Inglaterra; Jerusalén había caído en manos de los ejércitos de Saladino y se había convocado la Tercera Cruzada para recuperarla para la Cristiandad. Ricardo estaba ansioso por tomar la cruz y los tres meses que pasó en Inglaterra los dedicó casi exclusivamente a recaudar fondos para su viaje a Tierra Santa: recaudó impuestos, pidió préstamos y vendió propiedades reales (“vendería Londres si encontrase un comprador”, se dice que llegó a comentar). Esta visión de Inglaterra como una fuente de ingresos a la que explotar para conseguir fondos que financiaran sus aventuras en Tierra Santa y Francia es una constante del reinado de Ricardo y es lo que lleva a muchos historiadores ingleses como Peter Ackroyd, Matthew Ward o Roy Strong a negar a Ricardo un papel significativo en la historia del país, más allá de sus méritos como soldado fuera de Inglaterra. Sea como sea, Ricardo zarpó hacia la Cruzada, aunque antes tuvo que hacer una parada prolongada en Francia; varios asuntos tenían que ser resueltos antes de poder zarpar a Tierra Santa. Algunos afectaban a la relación entre Ricardo y el rey francés Felipe, que también iba a tomar la cruz; era preciso asegurarse que ni uno ni otro iban a aprovechar la situación para alterar la delicada relación entre ambos reinos, por lo que fue firmada una tregua. Pero Ricardo tenía otras preocupaciones que necesitaba solucionar antes de partir a Tierra Santa. Ni su hermano Juan sin Tierra ni su hermanastro Godofredo, arzobispo de York, iban a participar en la cruzada y Ricardo no se fiaba de ellos (con razón como posteriormente se vería). El rey obtuvo el compromiso de Juan y Godofredo de no poner pie en suelo inglés en un período de tres años. Puestos en orden sus asuntos en Europa, Ricardo zarpó de Francia con idea de reunirse en Creta con su hermana Joan y su prometida Berenguela de Navarra. Sin embargo, el mal tiempo hizo que la flota que llevaba a las dos mujeres tuviese que desviarse a Chipre, por entonces bajo el dominio bizantino. Ricardo montó en cólera ante el trato ignominioso que se otorgó en Chipre a ambas mujeres y su séquito, se encaminó a la isla, la tomó militarmente y una vez conquistada, como no le servía para nada, se la vendió a la Orden del Temple, obteniendo así más fondos para su ejército. En Limasol contrajo matrimonio con Berenguela, aunque ambos nunca llevaron una vida marital. De hecho, la navarra es la única reina inglesa que jamás puso pies en la isla. Ricardo continuó entonces viaje a Tierra Santa y se incorporó al ejército que bajo el mando de Felipe de Francia ponía sitio a Acre. Aunque las defensas de la ciudad y los ánimos de sus habitantes ya estaban muy deterioradas por el prolongado sitio, fue la llegada de Ricardo y su poderoso ejército lo que hizo que Acre cayese finalmente en manos cristianas el 5 de julio de 1191. Se acrecentaba así la leyenda del guerrero Corazón de León. Esto provocó no pocas envidias en el ejército cruzado; Felipe de Francia declaró que su cometido como cruzado estaba cumplido y volvió a su país con su ejército; Ricardo provocó también la ira del duque Leopoldo de Austria, al arrancar su bandera de las murallas de Acre, lo que tendría sus consecuencias en el futuro. Ricardo continuó avanzando por Tierra Santa, ya sin más apoyos, y tomó el importante enclave de Jaffa, el puerto de Jerusalén. Sin embargo, posteriormente la Tercera Cruzada entró en una situación de punto muerto, con diversas escaramuzas entre los ejércitos de Ricardo y Saladino pero sin una batalla que decidiera la contienda. Ricardo volvió a recuperar el puerto de Jaffa que había caído nuevamente en manos musulmanas, en un audaz golpe de mano, pero pronto se dio cuenta que carecía de fuerzas para tomar Jerusalén. Además, graves noticias le llegaron de lo que estaba ocurriendo en Europa, donde tanto Felipe de Francia como Juan sin Tierra estaban aprovechando su ausencia para poner en peligro sus dominios tanto en Francia como en Inglaterra. Ricardo se veía forzado a regresar de Tierra Santa sin culminar su tarea; el 2 de septiembre de 1192 firmó una tregua de tres años con Saladino, que conservaba Jerusalén, aunque permitiendo que un número limitado de cristianos peregrinaran cada año a la ciudad. Corazón de León se dispuso a retornar a Europa y poner las cosas en orden, aunque no le resultaría fácil. A narrar lo ocurrido desde que zarpó hacia Europa y durante el resto de su vida dedicaremos la segunda entrada de esta serie. (Cristina Segovia)


Ricardo Corazón de León:la leyenda frente a la historia (II)
Habíamos concluido la primera entrada dedicada a Ricardo Corazón de León en septiembre de 1192, con la firma de una tregua de tres años con Saladino y la decisión del monarca inglés de retornar a Europa. El viaje de vuelta no estaba exento de peligros; si por mar comenzaba la peor época del año para acometer el largo viaje desde Tierra Santa hasta Inglaterra, por tierra el recorrido no era menos peligroso, porque obligaba a Ricardo a pasar por territorios pertenecientes a viejos y nuevos enemigos, todos ellos deseosos de evitar que Corazón de León retornase a su país. Dos de los principales interesados en capturar a Ricardo eran el rey Felipe de Francia y su aliado, el hermano menor de Ricardo, Juan sin Tierra. Felipe había aprovechado su regreso a Europa después de la toma de Acre mientras Ricardo continuaba en Tierra Santa para lanzarse a la conquista de los territorios que los Plantagenet poseían en territorio francés. Además, Felipe se sentía humillado por la decisión de Ricardo de desdecirse de su compromiso matrimonial con Alicia, hermana del rey de Francia, y su matrimonio con Berenguela de Navarra. En cuanto a Juan sin Tierra, había incumplido su compromiso de no poner pie en territorio inglés en el plazo de tres años y además había aprovechado un incidente entre el canciller del reino William Longchamp y su hermanastro Godofredo, arzobispo de York para acelerar sus planes de hacerse con Inglaterra. Godofredo había desembarcado en Dover (aunque también había prometido no volver a Inglaterra) y fue detenido y apresado por las fuerzas de Longchamp, a pesar de haberse acogido a sagrado en una iglesia. Un consejo de nobles y miembros del clero destituyó de sus cargos a Longchamp y nombró a Juan regente del reino. Estaba claro el motivo por el que Juan no deseaba que Ricardo regresase a Inglaterra. Pero nuestro protagonista se había ganado más enemigos en su paso por Tierra Santa; como comentamos en la primera entrada, tras tomar Acre Ricardo había arrancado de las murallas de la ciudad el emblema del duque Leopoldo de Austria, quien se consideró deshonrado y desde entonces había declarado su odio hacia el rey inglés. Un último acontecimiento había contribuido a mermar la fama que sus conquistas guerreras le habían hecho ganar. En un gesto característico de las dificultades no solo militares sino políticas que la cruzada encerraba, se habían mantenido arduas negociaciones entre los líderes cristianos para decidir quién sería designado rey de Jerusalén si la ciudad era tomada. Felipe de Francia apoyaba a Conrado de Montferrat, mientras que Ricardo optaba por Guy de Lusignan. Pues bien, Conrado falleció tras ser atacado por dos miembros de la secta de los asesinos en Tiro en abril de 1192, pero pronto se corrió la voz de que Ricardo era quien se encontraba detrás de la muerte del rival de su candidato al trono de Jerusalén. La suma de todas estas circunstancias hacía que, como hemos dicho, el viaje de retorno de Ricardo a Europa estuviese plagado de dificultades. Ricardo zarpó en octubre de 1192, pero las difíciles condiciones de la mar le obligaron a tomar tierra en Istria y tener que seguir su viaje por tierra. En noviembre de 1192, mientras cruzaba los territorios del duque Leopoldo de Austria fue reconocido y hecho preso. Leopoldo a su vez procedió a entregar a Ricardo a su soberano, el emperador del Sacro Imperio Enrique VI, quien encerró al rey inglés en el castillo de Hagenau y solicitó un cuantioso rescate para liberar a su prisionero. Tanto Felipe de Francia como sobre todo Juan sin Tierra reaccionaron con gran alegría ante la noticia y trataron de conseguir que Enrique mantuviera cautivo a Ricardo. Además Juan rindió homenaje a Felipe como señor soberano de las posesiones de los Plantagenet en Francia y accedió a casarse con Alicia, la hermana del rey rechazada por Ricardo. Sin embargo, a pesar de encontrarse preso, Ricardo consiguió maniobrar para enderezar las cosas en su país y consiguió que se designara como arzobispo de Canterbury y canciller a Hubert Walter, compañero suyo en la aventura en Tierra Santa. Walter fue capaz de contrarrestar las maniobras de Juan sin Tierra para apoderarse de la corona y con la inestimable ayuda de Leonor de Aquitania consiguió exprimir a nobles, comerciantes, clero y en general al pueblo inglés hasta conseguir la cifra del rescate requerida por Enrique VI para devolver la libertad a Ricardo. Lo acontecido una vez que Corazón de León consiguió regresar a Inglaterra dista mucho de las leyendas que hemos visto y leído en las películas y novelas de Ivanhoe y Robin Hood. Ricardo no volvió de incógnito a Inglaterra ni estuvo un mes recorriendo el país buscando aliados para recuperar su corona e informándose de primera mano del estado en que se encontraban sus súbditos sajones para remediar las injusticias que estos padecían. Ricardo puso pie en Sandwich el 20 de marzo de 1194 y se dirigió de inmediato a Londres, ciudad a la que llegó tres días después y por la que se paseó en todo su esplendor para dejar claro que estaba de vuelta que iba a retomar las riendas del país. Desde allí viajó a Winchester donde retomó una vieja costumbre normanda consistente en una ceremonia semejante a una segunda coronación y luciendo su corona y su espada desfiló por la ciudad. La oposición a Ricardo en Inglaterra se limitaba a un grupo de nobles leales a Juan sin Tierra que se encontraban en los castillos de Tickhill y Nottingham, a los que no les fue muy difícil derrotar. Retomado el orden en Inglaterra, Ricardo se dispuso a ajustar cuentas con Felipe de Francia y Juan sin Tierra. Dejando a Hubert Walter a cargo del país y de la recaudación de los fondos necesarios para su nueva campaña, zarpó hacia Francia el 12 de mayo de 1194. Nunca más pisó suelo inglés. En primer lugar llamó al orden a su hermano Juan, que acudió a pedirle perdón en Normandía. A pesar de los problemas que su hermano le había causado, Ricardo se limitó a dar un breve tirón de orejas a su hermano, a achacar su actuación al hecho de encontrarse rodeado de malos consejeros y a perdonar a Juan. Parece que tras esta generosa actitud de Ricardo se encontraba el sabio consejo de su madre Leonor de Aquitania. Ricardo no tenía descendencia ni se esperaba que la tuviera porque no convivía con su esposa Berenguela; Juan sin Tierra era, junto con Arturo de Bretaña (hijo del hermano de ambos, Godofredo, fallecido en 1186) el único heredero al trono de Inglaterra y resto de posesiones de los Plantagenet. La relación entre Juan sin Tierra y Arturo de Bretaña estaba destinada a terminar trágicamente ... pero esa es otra historia. A partir de ese momento Ricardo dedicó todos sus esfuerzos a reconquistar las posesiones que le habían sido arrebatadas por Felipe de Francia. Aquí volvió a surgir la figura del guerrero Corazón de León, que había recuperado buena parte de dichos territorios cuando el 26 de marzo de 1199 fue herido por una flecha mientras examinaba las defensas del castillo de Chalus-Chabrol. La herida no fue bien curada y se fue agravando; diez días después Ricardo Corazón de León fallecía como consecuencia de la gangrena. Terminaba así la historia de uno de los reyes más famosos de la Historia. A modo de conclusión, dando respuesta y explicando el título de esta serie de entradas, podemos decir que Ricardo fue el paradigma del rey guerrero medieval que se ganó su fama luchando en primera línea de combate tanto en Francia como en Tierra Santa, enfrentándose a Saladino y sosteniendo durante un tiempo más los dominios cristianos de Ultramar. Sin embargo, desde el punto de vista de la historia de Inglaterra, Ricardo no fue ni mucho menos uno de los monarcas que más huella han dejado: solo pasó seis meses de sus diez años de reinado en el país, buena parte de los cuales dedicó a exprimir a sus súbditos para financiar sus campañas en Francia y Tierra Santa y dejó una compleja situación sucesoria a su muerte. Se sentía más ligado a sus posesiones en territorio francés, que era además el idioma en el que se expresaba (aunque es posible que tuviese algunas nociones de inglés) y a su muerte pidió que su corazón fuese enterrado en Ruán y su cuerpo en Fontevrault. (Cristina Segovia)


La historia detrás de la leyenda de Robin Hood:
Todo el mundo conoce la historia de Robin Hood, el arquero inglés que con un grupo de fieles se refugió en los bosques de Sherwood para luchar contra la tiranía del príncipe normando Juan sin Tierra y del malvado sheriff de Nottingham, que aprovechan la ausencia del rey Ricardo Corazón de León para tratar de usurpar el trono. Esta imagen de Robin Hood como el ladrón que roba a los ricos para ayudar a los pobres y el luchador de los derechos de los oprimidos súbditos sajones contra la tiranía normanda nos ha llegado especialmente a través de la famosa novela de Walter Scott Ivanhoe, escrita en el siglo XIX. Pero la popularidad de Robin Hood en Inglaterra es muy anterior a esa fecha y la imagen idealizada del arquero de Sherwood y sus alegres compañeros ya se cantaba en las tabernas inglesas en los siglos XIII y XIV. Pero, ¿existió realmente Robin Hood? y si lo hizo, ¿fue realmente el protagonista de todos los hechos que posteriormente se le atribuyeron? La respuesta es que, si bien no existió una persona real llamada Robin Hood que se dedicara desde los bosques de Sherwood a atacar a Juan sin Tierra y al sheriff de Nottingham, sí que existieron algunos personajes de diferentes épocas, con diferentes nombres y protagonistas de diferentes hechos que poco a poco fueron creando en el imaginario inglés la figura del ladrón bueno que se oponía a las injusticias que sufrían los siervos ingleses y al que pusieron por nombre Robin Hood. Decíamos que algunas de las hazañas relacionadas tradicionalmente con Robin Hood proceden de personajes reales. Un ejemplo es lo relativo a la lucha de los sajones contra la dominación normanda. Esta parte de la leyenda parece venir directamente de un sajón llamado Hereward El Proscrito. En 1066, tras la derrota del rey sajón Harold Godwinson en la batalla de Hastings a manos del duque de Normandía Guillermo el Conquistador, se produjo la conquista normanda de Inglaterra. Los habitantes sajones del país trataron de oponerse a la misma y fueron brutalmente sometidos por el ejército normando, pero algunos de ellos siguieron resistiendo. Hereward lideró uno de estos grupos que (como Robin Hood y sus compañeros), se opusieron a los ocupantes normandos, y que (también como Robin y compañía) se refugiaron en un lugar boscoso y pantanoso, cercano a Ely, desde el que se dedicaban a atacar a las patrullas normandas y fueron conocidos como “hombres de los bosques”. Una de sus principales hazañas fue el asalto al monasterio de Peterborough para apoderarse de sus riquezas, pero no para venderlas ni hacerse ricos con ellas, sino para protegerlas de la rapiña de los invasores normandos. Un cronista del siglo XV identifica a Robin Hood con un personaje real que se unió a la rebelión liderada en 1263 por Simon de Montfort contra el rey Enrique III (hijo de Juan sin Tierra), de la que hemos hablado en alguna entrada del blog. Este forajido, de nombre Roger Godberg, buscó refugio en el bosque de Sherwood desde donde lanzaba ataques contra las patrullas reales. Lo cierto es que cuando la rebelión fracasó y de Montfort fue ejecutado en 1265, muchos de sus seguidores fueron desposeídos de sus tierras y sus bienes y tuvieron que huir a los bosques desde los que atacaban a los viajeros de los caminos para poder subsistir. Se les conoció con el nombre de Desheredados. Respecto del nombre de Robin Hood existen diversos registros en los que aparece dicho nombre o alguno parecido, aunque ello no quiere decir que todos formaran parte de la leyenda que dio origen al personaje. Así, en 1216 un hombre con ese nombre, sirviente del abad de Cirencester, fue detenido acusado de asesinato. En 1225 un tal Robert Hood fue desposeído de todos sus bienes por el sheriff de Yorkshire en pago de las fuertes deudas que había contraído. Años después, ese mismo sheriff, que antes había desempeñado el mismo cargo en Nottingham, fue encargado de perseguir a un notorio forajido de nombre Robert de Wetherby al que terminó deteniendo y colgando, aunque no existe constancia de que fuera el mismo que Robert Hood. Desde finales del siglo XIII empezó a aparecer en diversos registros judiciales el nombre Robehod o Robinhod como un nombre genérico de los forajidos perseguidos por la justicia. A finales del siglo XIV el preste Sloth, en su obra Piers Plowman señala que, si bien no se sabe el Padrenuestro, sí puede recitar rimas de Robyn Hood. Y una anotación a mano de un monje, realizada en el margen de una obra llamada Polychoricon, habla de un fuera de la ley llamado Robin Hood que en 1460 que habitaba en el bosque de Sherwood, desde el que cometió numerosos atracos. Sobre el mismo personaje escribió una años antes Andrew de Wynton, si bien lo situaba en el bosque de Inglewood. Sea como fuere, poco a poco se fueron generalizando los cuentos sobre Robin Hood, como el símbolo del valiente inglés de a pie que lucha con sus medios contra la opresión de las autoridades reales. Sin entrar en muchos detalles, durante los siglos XII, XIV y XV, existieron numerosas fricciones entre los reyes ingleses de la dinastía Plantagenet que se referían entre otras cuestiones a algunas recurrentes en la leyenda de Robin Hood: las abusivas recaudaciones de impuestos que los oficiales reales llevaban a cabo en los condados ingleses para financiar sus guerras en Francia y Escocia y la prohibición de cazar, pescar o cortar leña en los bosques reales, regulada en una normativa denominada Forest Charter, cuya extensión y limitaciones de uso ocasionaron más de una rebelión contra el rey y los oficiales de turno. Una de ellas, conocida como Revuelta de los campesinos, tuvo lugar en 1381 (justo en el momento en que se generalizaban las baladas sobre Robin Hood) y tuvo como destinatarios a los funcionarios reales que recaudaban los impuestos para el joven rey Ricardo II (también descendiente de Juan sin Tierra). Y así, a partir del siglo XV se comenzó a representar a los personajes de Robin Hood, Little John, Lady Marian y Fray Tuck en los llamados May Day Games, una celebración de la primavera de origen pagano que, como muchas otras, fue adoptada por los cristianos. En todas las tabernas del país se cantaban las baladas de Robin Hood como un hombre del pueblo cuyos enemigos eran los grandes nobles, sheriffs, obispos y arzobispos y que luchaba contra la opresión sin atacar a los pequeños caballeros ni a los sacerdotes de los pueblos y condados. En resumen, el origen de la leyenda de Robin Hood parece que procede de la suma de diferentes personajes que se identifican con alguna de las hazañas que conocemos de él, con su nombre o con los lugares donde se desarrollaron sus aventuras. Un lugar especialmente identificado con Robin Hood es el castillo de Nottingham, en el que incluso existe una estatua representándolo con su inseparable arco, que es la imagen que sirve de encabezamiento a esta entrada. (Cristina Segovia)


Alejandro Magno y sus expediciones:
Las conquistas de Alejandro Magno se cuentan entre los episodios más destacados de la historia universal. Alejandro es considerado como uno de los mejores, sino el mejor, comandantes militares que hayan existido. El territorio conquistado se extendía por regiones que hoy se sitúan en Grecia, Iraq, Irán, Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Uzbekistán, Israel, Turkmenistán, Afganistán, Paquistán occidental, Libia, el norte de India y Egipto. A la edad de 32 años sus conquistan cubrían casi 4.000.000 de km2. El recorrido militar de Alejandro Magno es una fulgurante aventura expedicionaria sin parangón. Este personaje llegó a ostentar los títulos de Rey de Macedonia, Hegemón de Grecia, Faraón de Egipto y Gran Rey de Media y Persia. Recorrido de Alejandro Magno y territorio conquistado. La grandeza de las acciones de Alejandro y la lejanía del tiempo en el que se desarrollaron, han hecho que se convierta en una figura casi mítica reconocida y admirada a lo largo de la historia. El impacto de sus acciones modificó tanto la estructura política como el contexto cultural de esa zona del planeta. El período helenístico -que historiográficamente se considera que empieza con la muerte de Alejandro Magno– se abre a partir del excepcional intercambio cultural que surge tras la conquista del Imperio persa aqueménida (la mayor potencia que existía hasta ese momento), por lo que la cultura griega se expandió por territorios mediterráneos y próximorientales. Las expediciones de Alejandro fueron de los fenómenos conocidos más determinantes de la Edad Antigua. Laocoonte. Es una de las obras más representativas del arte helenístico. La astucia militar de Alejandro afianzó la lealtad de sus soldados junto a los cuales, según se cuenta, comía, bebía, se entrenaba y luchaba. Lo dicho se combinaba con una actitud indolente y una autopercepción de grandeza, hasta el punto de creerse un elegido de los dioses. El rey de Macedonia era una figura intransigente con cualquier signo de deslealtad, debido a lo cual muchos soldados de cualquier rango fueron ajusticiados y las insubordinaciones fueron reprimidas y castigadas con fuerza. Las correrías de Alejandro Magno transitaron más de 40.000 kilómetros y su ejército iba aumentando a medida que se incorporaban nuevos súbditos. A pesar del considerable tamaño de sus huestes, el desplazamiento se hacía con rapidez llegando a avanzar alrededor de 60 kilómetros por jornada. Durante los viajes, los militares atravesaron gran diversidad de parajes y se relacionaron con personas y culturas muy dispares. Los pueblos que recibieron al ejército de Alejandro con hostilidad fueron combatidos bélicamente. Cabe decir que las batallas fueran comunes, al igual que las victorias del macedonio. Por este motivo, su leyenda fue aumentando. Alejandro el Grande afianzó el orden en la Hélade (denominación con la que los griegos antiguos designaban su región) y en el sudeste europeo, dejando a Antípatro en el gobierno de estos territorios. Con un ejército de 40.000 hombres cruzó el estrecho de los Dardanelos que separa Asia y Europa, llamado Helesponto en la Grecia Clásica, con la intención de empezar la conquista del Imperio persa. Alejandro seguía el designio de su padre, Filipo II, de liberar a las polis griegas que estaban sometidas a los persas. La primera contienda fue la batalla del Gránico, en la que venció a los sátrapas con un ejército de igual tamaño. En este episodio se cuenta que un persa casi mata a Alejandro con una espada, pero uno de los hombres de su padre, Clito, cortó la mano del persa de un solo sablazo. El comandante rival en la batalla era Memnón, el cual era un mercenario griego que prestaba servicios a los persas. Memnón era un gran estratega y en algunos momentos puso en dificultades a Alejandro, a quien conoció en el pasado. Tras la victoria, Alejandro se hizo con el control del Mar Egeo. En este momento, Alejandro desciende al sur desde Gordion hacia Cilicia. En esta marcha tiene la noticia de que Darío, el rey persa, había atacado un campamento y arrasado sus tropas. Esto desembocó en la batalla de Issos, que se produjo en una llanura localizada entre el mar y las montañas cerca de Siria. El ejército persa contaba con 500.000 soldados mientras que el de Alejandro contaba con 50.000, sin embargo, la estrategia de Alejandro venció. A Darío no le quedó otra opción que huir apresuradamente por la noche y enviar emisarios para negociar, los cuales fueron rechazados. Alejandro siguió rumbo al sur y fue conquistando territorios dirigiéndose hacia Egipto. En este recorrido destaca el sitio de Tiro que, para conquistarla, realizó un asedio a la ciudad que no podía capturar por invasión debido a que estaba situada en una isla y las murallas llegaban al mar. Alejandro pretendió dominar el Mediterráneo eliminando las bases navales persas, como la base estratégica de Tiro. En Egipto, Alejandro Magno fue bien acogido, puesto que los egipcios querían librarse de los persas. Por ser recibido como un libertador, se le otorgó la distinción de faraón. En ese territorio Alejandro fundó en el año 331 a. C. una ciudad al oeste del delta del Nilo: Alejandría. Con esta situación estratégica se abrieron rutas comerciales y se reforzaron tanto los enclaves militares y como el poder político. Alejandría mantuvo un estilo griego y con el tiempo se convirtió en el centro cultural de su época. Fotograma de la película “Alexander”. Después de Egipto, y pasando antes por Siwa, Alejandro se dirigió al este para conquistar Persia. Ante esta campaña, Darío decidió enfrentarse al macedonio en la batalla de Gaugamela. En esta ocasión, las tropas de Darío volvían a ser más numerosas que las de su oponente pero, al igual que en el combate anterior, el genio militar de Alejandro volvió a sobreponerse sobre su contrincante. Por esta victoria consiguió entrar en Babilonia para después invadir Persia empezando por Susa. Luego fue a Persépolis, que era el centro ceremonial del Imperio persa, y después se dirigió al norte llegando a Ecbatana con la intención de perseguir a Darío, al cual hallaron muerto, puesto que los nobles persas empezaron a seguir a otro líder: Bessos, el sátrapa de Bactria que se proclamó sucesor de Darío III. Alejandro llevó a cabo la conquista con extremo cuidado protegiendo las líneas de abastecimiento y adueñándose de los recursos persas. Ahora Alejandro perseguía a Bessos que había huido a una zona cercana al macizo montañoso Hindú Kush. Por este motivo, Alejandro Magno fue conquistando las satrapías de Asia Central. Esta expedición pasó a la historia tanto por la exoticidad de los lugares como por las penurias que pasaron por la escasez de provisiones y de agua. En una de las cartas que Alejandro envió a su maestro Aristóteles, cuenta que en una ocasión les atacaron “hombres gigantes sin inteligencia humana, que ocasionaron varias bajas”. También se cuenta que cerca del mar Caspio se encontró con las Amazonas o que algunos soldados fueron “devorados por bestias acuáticas”. En su persecución a Bessos tuvo que atravesar montañas, desiertos y largos recorridos hasta llegar a Bactriana y Sogdiana. Bessos acabó siendo apresado por los suyos y entregado al diádoco Ptolomeo (quien posteriormente recibe Egipto, siendo el primero de la dinastía ptolemaica). Espitamenes, el que fue el principal en la entrega de Bessos, exigió la independencia de Sogdiana y, al ser rechazada su petición, causó diversas rebeliones en las ciudades que provocaron inestabilidad en el imperio. En el año 328 a. C. Coeno, general macedonio, venció a Espitamenes. El ejército de Alejandro llegó al valle del Indo y su último gran combate fue contra el rey Poros con quien se enfrentó en la batalla de batalla del Hidaspes. Poros regentaba la zona de Punyab y tras ser derrotado, Alejandro lo nombró sátrapa añadiendo tierras a las que ya tenía. El rey de Paura, Poros, asombró a Alejandro, puesto que resistió con valor e ingenio usando incluso elefantes de guerra. El ejército macedonio no quería continuar hacia el este, de modo que se organizó un motín cerca del río Beas. Por esta razón Alejandro se dirigió al sur para regresar y, en el camino, se topó con las tribus de los malios. Su ejército los venció en batalla y masacró su ciudadela. Posteriormente, envió a su general Crátero con buena parte de su ejército a Carmania, y a su oficial Nearco hacia el golfo Pérsico. Mientras tanto, Alejandro regresó a Persia por el sur, atravesando el desierto de Gedrosia hasta llegar a Babilonia. Alejandro y Porus durante la batalla del Hidaspes. Pintado por Charles Le Brun. La muerte alcanzó a Alejandro Magno con 32 años por una enfermedad en el 323 a. C en Babilonia en el palacio de Nabucodonosor II. Su muerte provocó la Guerras de los diádocos (los generales de Alejandro) y sus dominios se dividieron. Alejandro Magno llegó a dominar un territorio que iba desde el mar Egeo y Egipto hasta el oeste del río Indo. El intrépido rey superó la cordillera del Hindu Kush, atravesó las llanuras de Afganistán, Uzbekistán y Turkmenistán, vadeó ríos como el Oxus o el Indo y traspasó las fronteras de lo entonces conocido por su cultura.


 

 

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