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Cuento de Navidad - Dickens:
Es una historia que escribió Dickens, para que, la navidad se volviera a celebrar. Recordáos que hubo una ley que la prohibió hace tiempo, pero cuando se volvió a instaurar la ley, mucha gente había perdido la costumbre de tal celebración. Dickens, al contrario que muchos, siempre celebró la Navidad por lo que seguramente le costaba entender que la gente no lo hiciese. Teniendo en cuenta eso, hay que decir que supo hacer bien lo que se proponía, o almenos yo lo veo así. Por lo visto, en la misma Nochebuena que se publicó, se acabaron enseguida los ejemplares. Por lo que sí, hizo su trabajo... Yo lo considero una verdadera obra de arte. Un libro, que puede hacer regresar el espiritu navideño, si lo has llegado a perder alguna vez. Dickens sabe plasmar muy bien en las páginas al personaje central de la obra, Scrooge y te hace sentir, mientras vas leyendo, todas sus emociones cuando le visitan los tres espiritus de la Navidad. Pero aparte de eso, también puedes apreciar otros temas de los que habla Dickens en sus novelas. Unos ejemplos son: 1. EL MATERIALISMO. Siempre existe el peligro y la tentación de colocar lo material sobre lo espiritual, lo temporal sobre lo eterno, lo sensible y tangible sobre lo místico, lo de valor finito sobre lo de valor infinito. 2. EL DIOS DINERO. Para Scrooge su dios era ganar dinero, ahorrar dinero, acumular dinero, contar dinero y enterrarse en el dinero. Vemos que la inscripción en los billetes estadounidenses es, “En Dios confiamos” pero en este caso su lema era, “En el dinero confío.”

3. EXPLOTAR Y OBJETIZAR A LA PERSONA. Scrooge, cegado por el brillo de su dinero, no pudo ver el valor innato de la persona. En vez de ver a su empleado, Bob Cratchet como ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, lo ve como un objeto, una máquina que ayuda a alcanzar su propósito – ¡ganar más dinero y atesorarlo! Hoy en día en Estados Unidos la filosofía falsa que está creciendo a pasos agigantados es la filosofía del UTILITARISMO. Esta filosofía expuesta por los filósofos políticos del siglo XIX, John Stuart Mill y Jeremy Bentham, afirma que el valor innato de la persona va en proporción directa con su productividad económica. Por lo tanto un niño con el síndrome de «Downs», o una persona con alguna discapacidad, una persona en diálisis, una persona de edad avanzada que sufre de alguna enfermedad como Parkinson o Alzheimer, no tiene valor inherente e intrínseco, y son vistos como una carga económica para la sociedad. ¿Por qué no descartarlos? Hoy a esto se le llama “eutanasia”. El Papa Juan Pablo II nos enseñó lo contrario. Él nos enseño que – ¡SER es más importante que tener, y el HACER fluye del ser! Cada persona tiene un gran valor porque es creada por un Dios amoroso, creada para servir a Dios en esta vida y ser feliz con Él por toda la eternidad.

4. MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE Y CONVERSIÓN:
En la película, el fantasma de su antiguo socio Marley visita a Scrooge. En este sueño, Marley lo traslada a distintas etapas del pasado, presente y futuro y le enseña la realidad de la muerte. Sólo así despierta Scrooge y reconocer lo que verdaderamente tiene valor perenne. Porque hasta ese momento de su vida se había centrado sólo en acumular, hacer y acaparar dinero y en explotar a otros. ¡La muerte! ¡Nadie escapa de esta realidad! Vemos que en la película, Scrooge es conducido al cementerio, ve la inscripción de su nombre en la lápida, ve la fecha de nacimiento y a un lado de la fecha de su muerte ve un signo de interrogación??? Reconociendo la vanidad de materialismo, Scrooge en ese momento cambia de forma ¡inmediata y radical! 5. ¡DAR SIN CONTAR EL COSTO! Scrooge es otro a causa de lo que soñó, él despierta, recorre las cortinas, abre las ventanas, le pregunta a un niño que camina en la nieve con su trineo si el pavo grande todavía está en el mercado o si ya se había vendido. “¡No se ha vendido, Señor!” Scrooge, con santo abandono y verdadera libertad le lanza por la ventana una suma de dinero al niño pidiéndole que compre el pavo y se lo traiga. El niño hace esto y recibe una generosa propina. Ahora Scrooge está listo para dar generosamente a quien por muchos años había tratado tan miserablemente —su empleado Bob Cratchet. El dar generosamente puede romper las cadenas de esclavitud a lo material. Porque de hecho, lo que poseemos nos puede poseer a nosotros. 6. LA FAMILIA POR ENCIMA DE LAS COSAS. Scrooge llega a la humilde casa de Bob Cratchet y toca a la puerta. Al verlo, Bob Cratchet se atemoriza y a la vez se pregunta entre si cuál sería el propósito de la visita. Pero cual fue su sorpresa, ante sus ojos se manifiesta la conversión total de su jefe Ebenezer Scrooge. Scrooge no había llegado a reprenderlo, explotarlo o pedir algo de él sino a darle algo. El pavo, las felicitaciones Navideñas y la sonrisa en el rostro de Scrooge fueron las muestras de amor que Scrooge ofreció. ¡Bob Cratchet nunca se hubiese imaginado una conversión tan radical!

7. TINY TIM:
El consentido de Scrooge llegaría a ser el niño pequeño paralítico de Cratchet que se llama Tiny Tim. Establecen un lazo fuerte de amistad. Desde ese día en adelante, crece un aprecio mutuo entre Scrooge y la familia Cratchet, ¡y esa amistad es lo que vale más que todo el oro y plata del mundo! Esta película de Charles Dickens muestra al mundo que los discapacitados, los ciegos, los sordos, los mudos y los niños Downs quien son vistos como una carga inútil para la sociedad, nos enseña el verdadero valor de toda persona, ricos y pobres, sanos y enfermos, capacitados o discapacitados — todos son preciosos a los ojos de su Creador.

CONCLUSIÓN: ¡UN EXAMEN DE CONCIENCIA! ¿Cuáles son tus valores? ¿Qué ocupa el primer lugar en tu jerarquía de valores? ¿El Cuento de Navidad te habla a tu corazón? ¿Hay algo de Ebenezer Scrooge en los recovecos de tu corazón? ¿Qué prevalece a tu alrededor, las cosas que supuestamente tiene valor o te rodeas de la riqueza del ser humano? ¿Meditas sobre la brevedad de la vida y la realidad de la muerte? ¿Estás dispuesto a dar de ti mismo sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir? (Cristina Segovia)


Prohibición de Cromwell:
Ahora que estamos inmersos en los días previos a la Navidad y que todas las ciudades europeas se decoran con luces y velas, podemos recordar un hecho curioso ocurrido durante el siglo XVII en Inglaterra cuando la celebración de las fiestas navideñas quedó prohibida por ley durante 13 años!. ¿Pero quién se atrevió a prohibir la Navidad? El causante de esta medida tan impopular fue Oliver Cromwell gobernador inglés durante el periodo conocido como el Interregno (1649 a 1660), única etapa republicana de la historia en Inglaterra. Este político y militar fue educado dentro de la religión protestante, una fe nueva nacida tras las Guerras de Religión que habían dividido al catolicismo en varias sectas irreconciliables. Los protestantes ingleses estaba muy influenciado por una corriente de ideología puritana basada en una estricta moralidad y austeridad, que Cromwell llevaría a la práctica en su vida personal, y sobre todo, en su forma de gobierno. Convertido en Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda tras su victoria en la Guerra Civil contra el rey Carlos I, Cromwell aplicó sus principios religiosos persiguiendo a los católicos no sólo en el ámbito militar sino también en sus costumbres más arraigadas. Consideraba que los católicos hacían una excesiva demostración durante la celebración de los días de Pascua cuando las ciudades inglesas se llenaban de cánticos y jolgorio multitudinarios mientras que la población derrochaba alegría en festines poco espirituales. Según sus rígidos principios morales, estos festejos navideños tenían un origen pagano y no estaban recogidos en el Evangelio, por lo tanto no deberían ser considerado como fiestas sagradas. En realidad era cierto que la mayoría de las tradiciones de Pascua no eran verdaderamente cristianas sino la asimiliación de costumbres paganas difundidas durante la Edad Media por toda Europa. Un ejemplo lo encontramos en el Norte de Europa, en la cultura escandinava. Allí durante el invierno se colocaban dentro de las casas ramas verdes adornadas con panes y fruta como símbolo de la vida y relacionadas con el culto al dios del Sol y la fertilidad. Este serían el origen del actual árbol de Navidad del que se tiene por primera vez constancia adornando la catedral de Estrasburgo en 1539. Mientras que el Yule Log o tronco de Navidad, convertido hoy en día en un famosos dulce navideño, recuerda los grandes troncos que ardían en las chimenea durante toda la noche en el solsticio de invierno. Estas y otras tradiciones se habían consolidado en los hogares católicos de Inglaterra desde hacía siglos, pero el gobierno republicano estaba dispuesto a impedir que se celebrase la Navidad de esa forma. Para ello dispuso una prohibición que afectaría a todas las tierras inglesas, incluídas las colonias Nueva Inglaterra en Norteamerica, cambiando la tradicional fiesta católica por el llamado “Día del Jolgorio de los Paganos“. Cuando Cromwell abolió la Navidad Con la nueva ley se prohibía la decoración de árboles en las calles, los populares villancicos o christmas carols e incluso que se realizaran copiosos banquetes. Cualquiera que adornase su hogar con acebo, hiedra o muérdago corría el riesgo de ser acusado de desobediencia. En la práctica, el 25 de diciembre se convertía en un día laborable como otro cualquiera y los comercios debían abrir al público. La norma fue tan estricta que incluso el parlamento convocó sus sesiones durante ese día mismo desde 1644 a 1656. Dejaron de fabricarse los tradicionales “mince pies“, típicos dulces navideños hechos de hojaldre rellenos de frutas, almendras y licor que eran muy populares en esas fechas Se prohibía además la venta de alcohol, las representaciones teatrales, las apuestas o las peleas de gallos. Todas estas actividades eran mal vistas por la mentalidad puritana que buscaba la rectitud moral y la austeridad, pero terminaron irritando a los católicos que se resistían a cumplir la ley. Hubo numerosas detenciones y acusados por intentar adornar sus casas. Finalmente, con la muerte de Cromwell en 1658 y la llegada al trono de un nuevo rey, Carlos II se levantó la prohición para celebrar la Navidad y los católicos pudieron volver a festejarla. Sin embargo, en las Colonias Británicas la ley se mantuvo hasta 1681. Allí la costumbre de celebrar la Navidad no volvió con fuerza puesto que la mayoría de los colonos eran estrictos puritanos que practicaban una fe sencilla e individualista, absteniendose de organizar celebraciones y reuniones multitudinarias. Así lo recuerdan las palabras de Increase Mather en 1687, reverendo famosos por participar en los Juicios de Salem “La costumbre de mantener y celebrar la navidad es una deshonra para el nombre de Cristo. ¡Cuán pocos son comparativamente los que pasan esos días de fiesta (como se les llama) de una manera santa. Pero la mayoría se consumen en competencias, en interludios, en jugar a los naipes, en orgías, en exceso de vino, en una loca alegría … ” En cambio, para los colonos ingleses uno de los días más importante era el de Acción de Gracia, celebrado en honor a la primera cosecha que hicieron los peregrinos a su llegada a Plymouth (Massachusetts), pero no así las fiestas navideñas que recordaban la dominación de la metrópolis. Hay que esperar hasta mitad del siglo XIX para que de nuevo se celebrara la Navidad en los hogares de EE.UU y se convirtiera en una de las tradiciones más populares hoy en día. (Cristina Segovia)


La Navidad y los belenes en el protestantismo:
Durante la Reforma protestante, la celebración del nacimiento de Cristo fue prohibida por algunas Iglesias protestantes, denominándola “Trampa de los papistas” por su relación con el catolicismo. Tras la Guerra civil inglesa de 1647, que supuso el derrocamiento del rey Carlos I y su decapitación, los gobernantes puritanos prohibieron la celebración de la Navidad. Los iconoclastas destruyeron infinidad de imágenes, entre ellas todas las representaciones de la Natividad, belenes incluidos. Ante ello el pueblo se amotinó, llegando a tomar algunas ciudades importantes, como Canterbury, colocando en las puertas de los edificios carteles alusivos a la santidad de la fiesta. La Restauración de 1660 puso fin a la prohibición, pero muchos de los miembros del clero reformista, no conformes, siguieron rechazando las celebraciones navideñas, utilizando argumentos puritanos. En la década de 1820, las tensiones sectarias en Inglaterra se habían aliviado y algunos escritores británicos comenzaron a preocuparse por el hecho de que la Navidad estuviera en vías de desaparición, y se propusieron revivirla. Curiosamente, el libro de Charles Dickens A Christmas Carol (Cuento de Navidad), publicado en 1843, desempeñó un importante papel en la restauración de la fiesta de Navidad, al hacer hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar. Sin embargo los efectos de la persecución aún perduran, y hacen que el Reino Unido carezca hoy de tradición belenística. En los Estados Unidos, en la época colonial, los puritanos de Nueva Inglaterra también rechazaron la Navidad, y su celebración fue declarada ilegal en Boston de 1659 a 1681, mientras que los cristianos de Virginia y Nueva York siguieron celebrándola libremente. La Navidad cayó en desgracia en los Estados Unidos tras su Declaración de Independencia en 1776, por considerarla una costumbre inglesa. Y hubo que esperar hasta 1870, para que la Navidad fuera declarada día festivo de los Estados Unidos, por una ley firmada por el presidente Grant. En la actualidad, prácticamente todas las Iglesias protestantes otorgan importancia a la solemnidad de la Natividad así como al tiempo de preparación, el Adviento, de la misma forma que en la Iglesia Católica, y la mayor parte mantiene la tradición de los belenes, con exposiciones y tiendas en las que con frecuencia comercializan los que les envían sus misioneros desde distintos países del mundo. Los mormones son especialmente activos a este respecto. Sin embargo algunas Iglesias bautistas independientes, así como determinadas congregaciones de denominación no tradicional, como los Testigos de Jehová, siguen sin celebrar la Navidad, por considerarla una “festividad pagana no prescrita en la Biblia”. (Cristina Segovia)


The Pilgrimage of grace (1536):
¿Se convirtió Inglaterra en anglicana de la noche a la mañana? Es bien conocida la historia de la pasión de Enrique VIII por Ana Bolena que le llevó a repudiar a su esposa Catalina de Aragón, hasta el punto de romper con la iglesia de Roma y proclamarse cabeza de la recién creada iglesia anglicana para poder divorciarse de Catalina y casarse con Ana; sin embargo, existen dos cuestiones que es inevitable plantearse a este respecto: ¿fue posible crear de la noche a la mañana un movimiento religioso que diera apoyo a la pretensión de Enrique VIII? y ¿fue posible convertir de la noche a la mañana a todo un país devotamente católico en un país ardientemente anglicano? La respuesta a ambas preguntas es que no; ni el cisma con Roma fue una repentina ocurrencia de Enrique para dar satisfacción a sus pasiones por Ana Bolena, ni el pueblo inglés aceptó sin más convertirse a la nueva fe anglicana y dar la espalda al catolicismo. El objetivo de esta entrada es tratar la segunda cuestión planteada, pero respecto del primer punto hay que hacer una matización: Enrique nunca se había planteado romper con Roma (de hecho, escribió en su juventud una ardiente defensa del Papa y en contra del naciente movimiento protestante liderado por Lutero), pero en Inglaterra sí existía quien llevaba tiempo rumiando una corriente de opinión similar a la luterana y vio su oportunidad de generar un cisma con Roma ante la negativa del Papa a dar satisfacción a los deseos de divorcio de Enrique. Personajes como Thomas Cranmer o Thomas Cromwell supieron dar las respuestas adecuadas en el momento oportuno para lograr que Enrique escuchara lo que quería escuchar... pero esa es otra historia. Volviendo a nuestra pregunta sobre si los ingleses aceptaron sin más convertirse al anglicanismo, ya habíamos anticipado que no lo hicieron, ni individual ni colectivamente. En el plano individual, la negativa más significativa fue la de Tomás Moro (autor de Utopía): Moro era una especie de padre espiritual para Enrique VIII y se negó en todo momento a participar en el proceso de separación de Roma; rehusó pronunciar los juramentos de fidelidad a la nueva iglesia anglicana y por ello fue encarcelado y posteriormente ejecutado, lo que supuso un enorme trauma personal para el rey. En lo que se refiere al plano colectivo, se produjeron diversas revueltas, en su mayoría lideradas por el pueblo llano, contra la implantación de la iglesia anglicana y contra los decretos de supresión y expropiación de los monasterios católicos. La principal de estas revueltas, que llegó a poner en peligro la propia corona de Enrique, se originó en Yorkshire y fue conocida como "The Pilgrimage of Grace" (el peregrinaje de Gracia). El movimiento estaba liderado por un abogado de York llamado Robert Aske, estaba compuesto esencialmente por gente común y sus peticiones eran: retorno a la vieja fe católica, restablecimiento de los monasterios y anulación de la declaración de ilegitimidad de la hija de Enrique y Catalina (María Tudor). En octubre de 1536 una multitud de 20.000 hombres al mando de Robert Aske toma la importante ciudad de York y el imponente castillo de Pontefract y dirige por escrito sus demandas al rey, al que consideran aconsejado por "personas de mala voluntad" responsables de innovaciones "contrarias a la fe de Dios". Las fuerzas reales se dirigen a poner fin a la revuelta y parece inevitable que se produzca una batalla, cuyo resultado es incierto pues si bien los rebeldes se encuentran en superioridad numérica carecen de la preparación del ejército del rey que está dirigido por el Duque de Shrewsbury; éste, consciente de que si pierden la batalla nada se interpondrá entre los rebeldes y Londres, propone parlamentar. Aske y sus hombres, que no son militares y que dudan del resultado de la contienda, aceptan la tregua y el inicio de conversaciones en Doncaster. Los rebeldes, genuina e ingenuamente convencidos de que el rey había sido cegado por el mal consejo de Cranmer y Cromwell, aceptan dispersarse a cambio de que sus demandas sean planteadas ante Enrique y del perdón general a los implicados en la revuelta. Cuando los negociadores reales rinden cuentas a Enrique, éste reacciona airadamente ante el perdón a a los que él considera traidores a su causa; no obstante, teniendo en cuenta la peliaguda situación en que se encuentra, concede un perdón general y acuerda celebrar un parlamento en York para discutir sus peticiones; incluso accede a recibir a Aske personalmente y escuchar sus quejas. En realidad sólo pretende ganar tiempo para calmar las aguas y preparar un ejército que aplaste a los rebeldes. Aske convence al resto de sus compañeros de abandonar York y Pontefract y poner fin a la rebelión, confiando en la palabra del monarca. Pero, conseguido su objetivo de dispersar a los rebeldes y con la excusa de una nueva amenaza de revuelta en febrero de 1537, Enrique emprende una caza sin piedad contra los principales cabecillas de la misma y acaba poniendo violentamente fin a una rebelión que pudo acabar con su reinado. Aske y más de doscientos líderes de la rebelión son ejecutados y sus cuerpos dispersos por todas las ciudades del norte como advertencia al resto de ciudadanos. El péndulo ente catolicismo y anglicanismo siguió girando de manera drástica y violenta en los reinados de las dos hijas de Enrique, María Tudor e Isabel I. Incluso ya en 1605, bajo el reinado de Jacobo Estuardo, algunos católicos ingleses plantearon una dramática forma de volver a la antigua fe, en el llamado "complot de la pólvora". (Cristina Segovia)


La memoria de los cuentos:
La tradición oral de todas las culturas está llena de cuentos populares que pasan de generación en generación a través de padres a hijos. Forman parte de la historia, de la tradición y de la literatura. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales "La memoria de los cuentos. Los últimos narradores orales" es una publicación editada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) que pretende recuperar los cuentos más olvidados y preservar otros que puedan perderse en el futuro. Antonio Rodríguez Almodóvar ha sido el editor de esta publicación, que se completa con un documental dirigido por José Luis López Linares, que lleva por nombre "La memoria de los cuentos". Preservar la cultura popular Los cuentos de la cultura popular española se han ido transmitiendo durante siglos en el seno de la familia, en tertulias, reuniones, en los patios de vecinos, en el campo, en la plaza del pueblo, en las fiestas populares... Se trata por tanto de un patrimonio que es importante preservar para las generaciones futuras. En la actualidad, la televisión o las consolas han desplazado esta tradición, considerada en otros tiempos un tesoro de entretenimiento y sabiduría. Para poder completar este trabajo, Antonio Rodríguez Almodóvar y José Luis López Linares han recorrido la geografía española para localizar y entrevistar a algunos de los últimos portadores de este patrimonio inmaterial de la humanidad. Una treintena de relatos contados por narradores de más de 70 años El resultado de todo este trabajo se refleja en una treintena de relatos contados por nueve narradores de entre setenta y noventa años en su lengua o habla local: castellano -de distintas zonas-, gallego, vizcaíno, menorquín, andaluz, castúo… Los narradores -cuyos cuentos van precedidos de una breve biografía- son Julia Hernández Rodríguez “Tía Juliana” (Descargamaría, Cáceres, 1922); Consolación Soriano Cariñana (Iniesta, Cuenca, 1939); Juana Rodríguez López (Prioro, León); Ángel Rivas Veiga (Eirexúa, Lugo, 1924); Francisco Castro Salvatierra (Tahivilla, Cádiz, 1927); Esperanza Barber Barber (Es Migjorn Gran, Menorca, 1941); Sito Pelegrí Pons (Es Migjorn Gran, Menorca, 1934); Nicolau Huguet Moll (Es Migjorn Gran, Menorca 1925-2009) y Benigna Lasuen Urkidi (Aulesti, Bizkaia, 1922). Las mismas historias en diferentes países La investigación para realizar este trabajo ha demostrado que las mismas historias tradicionales en una ciudad o país se repiten en otros muy alejados geográficamente. Un ejemplo de ello es el cuento extremeño aportado por Juliana Hernández, de Extremadura, conocido allí como "Los animales miedosos". Este mismo cuento es una versión del que escribieran los hermanos Grimm, conocido como "Los músicos de Bremen". Es también el mismo que la versión que se cuenta en Cuenca, y que aporta Consolación Soriano. Otro ejemplo es el cuento de la "Cenicienta", contado por toda la geografía española con diferentes variantes y nombres, como "Estrellita de oro", en Cuenca, o "Na Catalineta i na Catalinota" en Mallorca. Difusión geográfica y sabiduría popular La amplia difusión geográfica de los mismos cuentos es la prueba de su permanencia en el tiempo. Así en Galicia se cuenta la historia de "O castelo de irán e non volverás", lo mismo que en las Alpujarras de Granada se llama "El castillo de irás y no volverás. Además, en este caso, el título cambia solo por su traducción de un idioma a otro. En las Islas Baleares se cuenta "L'amor de las tres naranjas", historia que inspiró a Sergéi Prokófiev para su ópera "El amor de las tres naranjas". Otro ejemplo es el de la coincidencia entre los cuentos de Benigna Lasuen, de Vizcaya -"Antzorrillotetxu"-, y "El rey león" de William Shakespeare. Los cuentos son una fuente de cultura es, un ejemplo de la pervivencia de las formas de vida de las sociedades rurales y de su sabiduría y vitalidad creativa, mantenida por personas que aprendieron escuchando, que no pudieron ir a la escuela o la abandonaron siendo niños debido a las condiciones de vida en su infancia, pero que fueron capaces de aprender historias y contarlas después. El documental, producido por López-Li Films La publicación se completa con el documental "La memoria de los cuentos", producido por López-Li Films para la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. A lo largo de cincuenta y nueve minutos, se narra el testimonio de familiares, vecinos, profesores y especialistas como Antonio Rodríguez Almodóvar, José María Merino, Joaquín Díaz y José Manuel de Prada-Samper. (Natividad Ferreiro | suite101 2013)


Los cuentos, esas pequeñas grandes historias:
Los cuentos son narraciones breves, de pocos personajes y centradas en un único suceso. Y es, de todos los géneros literarios, el más vinculado al acontecer humano desde el principio de su historia. El arte de narrar La naturaleza social del hombre y su necesidad de comunicarse le llevó a idear formas para transmitir a los demás aquello que necesitaba, sentía o pensaba. De esta forma nació el lenguaje y, con él, la capacidad humana para narrar, es decir, para contar historias y para crearlas. Esta capacidad es intrínseca en el ser humano y exclusiva de nuestra especie. En todas las culturas se han creado narraciones para explicar el mundo circundante, para dar sentido a los acontecimientos y a las contradicciones cotidianas, para ensalzar los valores más representativos y apreciados de la comunidad, y para transmitir a las nuevas generaciones las normas éticas y morales del grupo. Así nacieron, entre otras formas de narración, los mitos, las leyendas y los cuentos. La forma tradicional de narrar y conservar todo este legado cultural hasta la aparición de la escritura ha sido la trasmisión oral, que ha pervivido, coexistiendo con aquella, hasta nuestros días. Todavía se mantiene viva la costumbre de transmitir con la voz las narraciones de antaño, portadoras de una sabiduría popular ancestral. Como dice Lilyan Kesteloot, especialista en literatura negro-africana: “no hay rama de la actividad humana que no posea un corpus de tradiciones orales relacionadas con las fórmulas, las recetas y las experiencias del pasado”. Tipos de cuentos Normalmente se asocia la palabra "cuento" a las pequeñas historias que se narran a los niños y a esos personajes inolvidables que forman parte del imaginario infantil en nuestra cultura: Caperucita, Blancanieves, La Cenicienta, el Príncipe, la Bruja, el Hada Madrina... Estos cuentos pertenecen a lo que se ha denominado cuentos de tradición oral, es decir, cuentos trasmitidos de generación en generación mediante la palabra hablada. Se distingue este tipo del cuento moderno que nace como género literario en el siglo XIX de la mano de Edgar Allan Poe. Grandes autores, como Chéjov, Mapusant, Mansfield o contemporáneos como Borges, García Márquez o Cortázar, han conferido a este modelo de cuento una entidad propia como género literario, diferenciándolo de la novela en estructura y metodología. Los cuentos de tradición oral Se ha hecho una división de estos cuentos en tres grupos, según su temática y sus personajes principales: cuentos de hadas, cuentos de animales y cuentos de costumbres, siendo los primeros los más conocidos. El nombre de cuentos de hadas se debe a la escritora francesa Madame d'Aulnoy, Curiosamente, en algunos de ellos no aparece este personaje fantástico. El elemento que sí está presente en todos, de una u otra manera, es la magia. Una característica de estas historias es que presentan numerosas variantes debido a su forma de transmisión: cada hablante, al narrarla, introduce pequeñas variaciones que van modificando detalles del relato, gestándose así las distintas versiones. Hasta nuestros días han llegado versiones más estables debido a las recopilaciones escritas realizadas principalmente por el escritor francés Charles Perrault (S. XVII) y por los alemanes Jakob y Wilhelm Grimm (S. XVIII). Anterior a ellos, Giambattista Basile ya había dado forma literaria a cuentos populares en su libro El Pentamerón. Es a partir de estas recopilaciones cuando las versiones de los cuentos empiezan a suavizar la crudeza inherente en muchos de ellos, acercándose así al mundo infantil que se convertirá finalmente en su destinatario principal. La estructura narrativa de los cuentos Responde a la estructura básica de la narración, dividida en tres partes: Planteamiento: Se sitúa la historia y se presentan los personajes que se ven envueltos en un único suceso Nudo: Se desarrolla la historia Desenlace: Se resuelven los problemas y finaliza el relato Un pequeño legado de sabiduría A pesar de su aparente sencillez, el cuento encierra una estructura compleja que ha sido objeto de numerosos estudios. Entre ellos destacan los realizados por el erudito ruso Vladimir Propp. En su obra Morfología del cuento realiza un profundo análisis de los cuentos populares, encontrando una serie de elementos recurrentes que crean una estructura constante en todas estas narraciones, estableciendo una correspondencia simbólica entre estos y los valores socioculturales de la sociedad en la que nacieron. Sin adentrarse en este complejo mundo simbólico, lo que sí está claro es que la mayoría de los cuentos han recogido a lo largo de su historia elementos del entorno cultural en el que surgen y se desarrollan, transmitiendo un mensaje atemporal que incluso hoy en día sirve de referente en situaciones de la vida cotidiana. El Príncipe Azul sigue citándose como símbolo del amor ideal y se recuerda el cántaro de la lechera cuando se derrumban ilusiones hechas con excesiva precipitación. Por citar sólo dos ejemplos de la impronta que estas pequeñas grandes historias han dejado en nuestras vidas. (Almudena Gosálves López | suite101)

 

 

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