HISTORIA
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Roma potencia naval



Publius Cornelius Tacitus (55-120 d.J.C.) Inicios de Roma como potencia naval:
La primera intervención militar de Roma en los mares fue un completo descalabro. La ciudad-estado del Tíber había fundado algunas colonias en las costas del Adriático y un buen día, se atrevió a lanzar una escuadra contra la ciudad griega de Tarento. Las naves tarentinas derrotaron a las romanas y todas las ciudades griegas de Italia se aliaron con los vencedores y con Pirro, soberano de Epiro, que habla aprendido, el arte de la guerra de los generales del propio Alejandro. Siria y Egipto, los grandes Estados que, juntamente con Macedonia, se distribuían el poderío del mundo mediterráneo en aquel tiempo, estaban en poder de estos descendientes del imperio alejandrino; atentos al predominio de sus flotas respectivas en el mar Egeo, al que habían limitado sus ambiciones, no se preocupaban poco ni mucho de las primeras andanzas de Roma, ciudad, a la sazón, sin importancia para ellos. Pero los cartagineses, cuyo poderío naval había aumentado mucho durante los siglos IV y V, y eran los dueños del mar en Occidente, pensaron que una alianza con los romanos, en contra de las colonias helénicas de Italia, podía resultarles muy beneficiosa, y el almirante Magón llegó a orillas del Tíber con una fuerte escuadra para ofrecer apoyo a Roma en su lucha contra las colonias griegas de Sicilia, sobre todo contra Siracusa. El apoyo cartaginés fue aceptado; pero Pirro burló la vigilancia de la poderosa flota y pudo levantar el sitio que los romanos habían puesto a la primera ciudad griega de Sicilia. A la sazón, la ciudad de Mesina pertenecía al rey de la comarca, Hierón, que se la había arrebatado a unos aventureros itálicos llamados los mamertinos. Estos aventureros pidieron ayuda a Roma, y Hierón se alió con los cartagineses, quienes ocuparon el magnífico puerto de Mesina sin dificultad: no obstante, las tropas de Roma atacaron la ciudad y Hierón tuvo que abandonarla. Perdido, así, el casco de la población, Cartago no podía conservar el puerto solamente, y, aunque le convenía mucho por sus excelentes condiciones y situación geográfica, se retiró también. Todo parecía terminado, cuando Manio Valerio, jefe del ejército romano, tomó la decisión de atacar a Siracusa. Este fue el primer acto imperialista de Roma, ya que la ciudad griega no había provocado a las tropas de Manio Valerio. Hierón pidió la paz y Roma no solo se quedó con Siracusa, sino también con Agrigento, la ciudad que le seguía en importancia. La pugna con Cartago era inevitable, y, por primera vez, los, romanos decidieron convertirse en una potencia marítima. El año 260, el cónsul Duilio, a frente de una verdadera flota, sorprendió a los cartagineses en Mylae, donde alcanzó la primera victoria naval importante de Roma, que sugirió a los vencedores el propósito de ocupar todas las islas italianas y, sobre todo, Cerdeña, dominada por Cartago. Decididos a aprovechar el triunfo, los cónsules Lucio Maulio Vulso y Marco Atilio Régulo, atacaron a los almirantes cartagineses Amílcar y Hannón y también les infligieron una gran derrota frente al cabo Ecnomos, en el año 256. Animados por la nueva gran victoria, los romanos pusieron el pie en las costas de Africa; pero en esta ocasión se les volvió la suerte y su ejército fue totalmente derrotado un año después, cayendo prisionero de los cartagineses Atilio Régulo. La primera guerra púnica así comenzada, proseguía con suerte alterna, en Sicilia, para las armas romanas y cartaginesas, estas últimas bajo el mando del gran general Amílcar Barca; pero reducidas a la defensa de las dos únicas ciudades que ya quedaban en su poder, Prepanón y Lilibea. En el año 241, Roma envió una flota de doscientas naves contra los cartagineses. Mandaba esta flota Cayo Lutacio Ctulo, quien ganó una batalla decisiva frente a las Egatas. A partir de esta victoria, Roma se adjudicó la hegemonía del Mediterráneo oriental, y, con ella, la posibilidad de crear un gran imperio, cerrando el paso a los pueblos semitas para extender su influjo en las orillas europeas del que llamó, orgullosamente, Mare Nostrum. El tratado de paz, que siguió a la campaña, puso en manos de Roma toda Sicilia, menos un pequeño territorio de la costa oriental donde siguió reinando Hierón. La pugna de las tres grandes potencias helenísticas en el Egeo, continuaba. El macedonio Antigono Gonates vencía a los egipcios en el combate naval de Cos y afirmaba así el predominio de Macedonia en el disputado mar. Entre tanto, los cartagineses preparaban el desquite, pues estaban persuadidos de que la convivencia con Roma en pie de igualdad era imposible. A la expansión cartaginesa no le quedaban ya más que dos direcciones posibles: la de Numidia y Mauritania, como pretendía Hannón, o la de la Península Ibérica, aconsejada por Amílcar. Prevaleció el partido de este último, y los cartagineses iniciaron la conquista de España por la antigua colonia fenicia de Gades (Cádiz), que cayó en su poder, muy pronto extendido en todas direcciones. Amílcar sucumbió en un combate durante el año 229; pero su yerno Asdrúbal continuó la tarea comenzada hasta su muerte, en 221. Entonces tomó el mando de las tropas el hijo mayor, Aníbal, un verdadero genio militar. [...] La victoria final favoreció a otro genio de la guerra, equiparable a Aníbal: el romano Publio Escipión, que acabó por derrotar al cartaginés. Deshecho el poderío naval de Cartago -la ciudad se rehízo bajo el gobierno del propio Aníbal-, solamente los macedonios podían presentar alguna oposición al dominio de Roma en el mar; pero la flota de la ciudad del Tíber, unida a la de Rodas y Atalo, puso fin al peligro. Los enemigos del naciente imperio buscaron entonces la alianza con Antíoco, rey de Siria, el cual también fue vencido por tos ejércitos romanos, que, al fin, intentaron pasar al Asia Menor. Una escuadra poderosa, mandada por Livio Salinator, penetró en el mar Egeo y, unida a naves aliadas de Rodas y de Pérgamo, derrotó por completo al almirante sirio Polixenes, frente al promontorio de Coricos, el año 191. Al año siguiente, las naves romanas reforzaban su triunfo en el combate de Mionesos y el poder sirio se derrumbaba completamente en los campos de Maquesia, fines de 190 y comienzos de 189, como el de Macedonia había sucumbido antes en Cabeza de Perro,esto es , en Cinocéphalos. El dominio del mar ofrecía a los romanos todas las rutas del mundo antiguo abiertas para la creación de un gran imperio. (A.Jiménez Landi)


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