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Anatomía:
[del griego, anatomē, ‘disección’] rama de las ciencias naturales relativa a la organización estructural de los seres vivos. Es una ciencia muy antigua, cuyos orígenes se remontan a la prehistoria. Durante siglos los conocimientos anatómicos se han basado en la observación de plantas y animales diseccionados. Sin embargo, la comprensión adecuada de la estructura implica un conocimiento de la función de los organismos vivos. Por consiguiente, la anatomía es casi inseparable de la fisiología, que a veces recibe el nombre de anatomía funcional. La anatomía, que es una de las ciencias básicas de la vida, está muy relacionada con la medicina y con otras ramas de la biología. Es conveniente subdividir el estudio de la anatomía en distintos aspectos. Una clasificación se basa según el tipo de organismo en estudio; en este caso las subdivisiones principales son la anatomía de las plantas y la anatomía animal. A su vez, la anatomía animal se subdivide en anatomía humana (ver más adelante) y anatomía comparada, que establece las similitudes y diferencias entre los distintos tipos de animales. La anatomía también se puede dividir en procesos biológicos, por ejemplo, anatomía del desarrollo (estudio de los embriones) y anatomía patológica o estudio de los órganos enfermos. Otras subdivisiones, como la anatomía quirúrgica y la anatomía artística, se basan en la relación de la anatomía con otras actividades bajo el título general de anatomía aplicada. Otra forma más de subdividir la anatomía depende de las técnicas empleadas, como por ejemplo la microanatomía, que se basa en las observaciones obtenidas con ayuda del microscopio (véase el apartado sobre historia de la anatomía).

ANATOMÍA HUMANA:
El funcionamiento del cuerpo humano se basa en los sistemas que se exponen resumidos a continuación. Esta enciclopedia comprende artículos independientes para cada uno de los sistemas y órganos mencionados, a los cuales se remite al lector para obtener información más completa. Las referencias a los artículos que se ocupan de los sentidos y la percepción se enumeran en el de los órganos sensoriales.

Esqueleto y musculatura:
El esqueleto humano está formado por más de 200 huesos que se unen por bandas de tejido conjuntivo resistente y poco elástico denominadas ligamentos. Las distintas partes del cuerpo varían mucho en su grado de movilidad. Por ejemplo, el brazo a la altura del hombro se mueve libremente, mientras que la articulación de la rodilla, se reduce a un movimiento de bisagra. Los movimientos de cada vértebra son muy limitados y los huesos que forman el cráneo son inmóviles. Los movimientos de los huesos del esqueleto se llevan a cabo gracias a las contracciones de los músculos esqueléticos que se unen a los huesos a través de tendones. Estas contracciones musculares están controladas por el sistema nervioso. Véase Músculo; Esqueleto.

Sistema nervioso:
El sistema nervioso se divide en somático, que efectúa el control voluntario sobre los músculos esqueléticos, y autónomo, que es involuntario y controla el músculo liso, el músculo cardiaco y las glándulas. El sistema nervioso autónomo se divide en dos: simpático y parasimpático. La mayoría de los músculos y las glándulas poseen una doble inervación; en tales casos las dos divisiones pueden ejercer efectos opuestos. Por ejemplo, el sistema simpático aumenta la frecuencia de los latidos cardiacos y el parasimpático la disminuye. Sin embargo, los dos sistemas nerviosos no son siempre antagónicos. Por ejemplo, los dos sistemas inervan las glándulas salivares y estimulan las células secretoras. Además, una rama del sistema nervioso autónomo puede excitar e inhibir un sólo efecto, como en el caso de la inervación simpática de los vasos sanguíneos del músculo esquelético. Por último, las glándulas sudoríparas, los músculos que provocan el erizamiento involuntario del pelo, las fibras musculares lisas del bazo, y los vasos sanguíneos de la piel y el músculo esquelético reciben sólo inervación simpática. Los movimientos voluntarios de la cabeza, las extremidades y el cuerpo se deben a los impulsos nerviosos que proceden del área motora de la corteza cerebral, que son transmitidos por los nervios craneales o por los que nacen en la médula espinal con destino a los músculos esqueléticos. La acción implica la excitación de las células nerviosas que estimulan los músculos afectados y la inhibición de las células que estimulan los músculos opuestos. Un impulso nervioso es un cambio en el potencial eléctrico dentro de una fibra o célula nerviosa, que se mide en milivoltios, dura pocos milisegundos y se puede registrar mediante electrodos. Los movimientos pueden ocurrir también como respuesta directa a un estímulo externo; por ejemplo, la percusión sobre la rodilla desencadena una sacudida y un destello de luz sobre un ojo provoca la contracción de la pupila. Estas respuestas involuntarias se llaman reflejos. Los receptores, diversas terminaciones nerviosas, envían de forma continua impulsos hacia el sistema nervioso central. Hay tres tipos de receptores: exteroceptores, sensibles al dolor, temperatura, tacto y presión y en general a cualquier estímulo que proviene del exterior pero que se encuentra en contacto con el cuerpo; interoceptores, que reaccionan a cambios en el medio interno, y propioceptores, que responden a variaciones en el movimiento, posición y tensión y suelen estar localizados en los músculos. Estos impulsos finalizan, en algunos casos, en la médula espinal y, en la mayoría de los casos, en áreas especiales del cerebro, de la misma forma que los receptores especiales de la visión, la audición, el olfato y el gusto. Las contracciones musculares no siempre producen un movimiento real. En la mayoría de los músculos existe una pequeña fracción del número total de fibras que se contraen de forma continua. Esto permite mantener la postura de una extremidad y la capacita para resistir la elongación o el estiramiento pasivo. Esta leve contracción mantenida se denomina tono muscular.

Aparato circulatorio:
En su circulación por el organismo, la sangre bombeada por el corazón recorre un trayecto complejo que se establece a través de las cavidades derechas del corazón, desde donde pasa a los pulmones (aquí capta el oxígeno), y a continuación, regresa a las cavidades izquierdas del corazón. Desde aquí es bombeada en la arteria principal, la aorta, que se ramifica en arterias cada vez menores, hasta que alcanza las arteriolas, las ramas más pequeñas. Más allá de las arteriolas, la sangre pasa a través de un gran número de estructuras de paredes delgadas denominadas vasos capilares. Aquí la sangre cede el oxígeno y sus nutrientes a los tejidos y capta el dióxido de carbono y otros productos de degradación del metabolismo. La sangre completa su recorrido pasando a través de pequeñas venas que se unen formando vasos cada vez mayores hasta que alcanza las venas más grandes, las venas cavas superior e inferior, por las que la sangre regresa a la parte derecha del corazón. La sangre es impulsada por la contracción del corazón, aunque la contracción de los músculos esqueléticos también contribuye a la circulación. La válvulas cardiacas y las de las venas aseguran su flujo en una dirección.

Sistema inmunológico:
El organismo se defiende frente a proteínas extrañas y microorganismos infecciosos con un sistema complejo doble que depende del reconocimiento de una zona en la estructura de la superficie o patrón superficial del invasor. Las dos partes del sistema son la inmunidad celular, en la que los mediadores son los linfocitos, y la inmunidad humoral, basada en la acción de moléculas de anticuerpos. Cuando los linfocitos reconocen un patrón molecular extraño (denominado antígeno), algunos liberan anticuerpos en grandes cantidades y otros memorizan dicho patrón para liberar anticuerpos en el futuro, en el caso de que la molécula reaparezca. Los anticuerpos se unen a los antígenos y de esta forma los marcan para que otros agentes del sistema inmunitario los reconozcan y destruyan. Estos agentes son: el complemento, un sistema enzimático que destruye las células extrañas, y los fagocitos, unas células que rodean y digieren los cuerpos extraños. Éstos son atraídos a la zona por sustancias químicas liberadas por los linfocitos activados. Los linfocitos se originan en la médula ósea y maduran y se diferencian en el timo y el bazo. Circulan en el torrente sanguíneo, atravesando las paredes de los capilares sanguíneos para alcanzar las células de los tejidos. Desde allí emigran hacia una red de capilares linfáticos independientes que es comparable y casi tan extensa como la del aparato circulatorio. Estos capilares se unen para formar vasos cada vez mayores que desembocan en el torrente venoso; las válvulas de los vasos linfáticos aseguran el flujo en una dirección. En diversos puntos de la red linfática existen nódulos, o ganglios, que actúan como estaciones donde se agrupan y fabrican linfocitos, y que aumentan de tamaño durante las enfermedades infecciosas. La red de vasos y ganglios linfáticos recibe el nombre de sistema linfático y hasta la década de 1960 no se estableció su función como vehículo del sistema inmunológico.

Aparato respiratorio:
La respiración se efectúa gracias a la expansión y contracción de los pulmones; el proceso y la frecuencia a la que sucede están controlados por un centro nervioso cerebral. En los pulmones el oxígeno penetra en los capilares, donde se combina con la hemoglobina contenida en los hematíes o glóbulos rojos y es transportado a los tejidos. Al mismo tiempo, el dióxido de carbono, que pasa a la sangre en su recorrido por los tejidos, se difunde desde los capilares hacia el aire contenido en los pulmones. La inhalación introduce en los pulmones aire con una concentración elevada de oxígeno y baja en dióxido de carbono; el aire espirado que procede de los pulmones tiene una concentración elevada de dióxido de carbono y baja en oxígeno. Los cambios en el tamaño y capacidad del tórax están controlados por las contracciones del diafragma y de los músculos intercostales.

Aparato digestivo y excretor:
La energía necesaria para el mantenimiento y funcionamiento adecuado del organismo es aportada por los alimentos. La digestión de los alimentos comienza en la boca, donde son masticados y mezclados con la saliva (véase Dientes). El alimento discurre después por el esófago hacia el estómago, donde el proceso digestivo continúa. Al bolo alimenticio se unen los jugos gástrico e intestinal. Después, la mezcla de comida y secreciones, denominada quimo, desciende por el tubo digestivo gracias a los movimientos peristálticos, que son contracciones rítmicas de las fibras musculares lisas del aparato gastrointestinal. Las contracciones son iniciadas por el sistema nervioso parasimpático. Esta actividad muscular puede ser inhibida por el sistema nervioso simpático. La absorción de nutrientes a partir del quimo se produce sobre todo en el intestino delgado. El alimento que no se absorbe y las secreciones y sustancias de degradación del hígado pasan al intestino grueso y se expulsan en forma de heces. El agua y las sustancias hidrosolubles pasan de la sangre a los riñones, donde, en condiciones normales, todos los componentes del plasma sanguíneo excepto las proteínas atraviesan las delgadas membranas de los capilares hacia los túbulos renales. El agua sobrante y los productos de degradación discurren por los túbulos renales, los cuales devuelven la mayoría del agua y de las sales al organismo y recogen otras sales y productos de degradación de la sangre. La orina, el líquido resultante, se almacena en la vejiga urinaria hasta que se elimina al exterior a través de la uretra.

Sistema endocrino:
Además de la acción integradora del sistema nervioso, las glándulas endocrinas controlan varias funciones del organismo. Una parte importante de este sistema, la hipófisis, se localiza en la base del cerebro. Esta glándula principal segrega varias hormonas, entre las que se incluyen: 1) una hormona que estimula la glándula tiroides y controla la secreción de tiroxina, la cual establece la tasa de actividad metabólica de los tejidos; 2) una hormona que controla la secreción de hormonas de la glándula suprarrenal, las cuales influyen sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, el sodio y el potasio y controlan la proporción en que se intercambian las sustancias entre la sangre y los tejidos; 3) sustancias que controlan la secreción en los ovarios de estrógenos y progesterona y la formación de testosterona en los testículos; 4) la hormona somatotrópica o del crecimiento, que controla la velocidad del desarrollo del esqueleto y de los grandes órganos a través de su actuación sobre el metabolismo de las proteínas y de los hidratos de carbono y 5) una hormona implicada en la lactancia (secreción de leche después del embarazo). El lóbulo posterior de la hipófisis secreta vasopresina, la cual actúa sobre los riñones para controlar el volumen de orina; la ausencia de vasopresina produce una diabetes insípida, lo que origina la eliminación de grandes volúmenes de orina. El lóbulo posterior de la hipófisis produce también oxitocina, la cual origina la contracción de las fibras musculares lisas del intestino y de las pequeñas arterias, y provoca las contracciones uterinas en el parto. Otras glándulas del sistema endocrino son el páncreas, que segrega insulina y glucagón, y las paratiroides, que segregan una hormona que regula la concentración de calcio y fósforo de la sangre.

Aparato reproductor:
La reproducción se produce por la unión de un espermatozoide masculino y un óvulo femenino. Durante el coito el hombre eyacula a través del pene más de 250 millones de espermatozoides en la vagina de la mujer. Desde allí, algunos alcanzan el útero y las trompas de Falopio, donde se produce la fecundación. La ovulación o liberación de un óvulo hacia la cavidad uterina se produce aproximadamente cada 28 días. Durante el mismo periodo el útero se prepara, gracias a la acción de los estrógenos, para la implantación del óvulo fecundado. Si la fecundación no se produce, otras hormonas provocan la eliminación de parte de la mucosa del útero durante la menstruación. Desde la pubertad hasta la menopausia, el proceso de la ovulación, de la preparación y de la menstruación se repite cada mes excepto durante los periodos de embarazo. La duración del embarazo es de unos 280 días. Después del parto, la prolactina, una hormona segregada por la hipófisis, activa la producción de leche.

La piel:
La piel constituye el revestimiento que cubre de manera continua el organismo y lo protege de la deshidratación o pérdida de líquidos, de sustancias externas dañinas y de temperaturas extremas. Está constituida por tres capas: epidermis, dermis e hipodermis. La capa interna, denominada dermis, contiene glándulas sudoríparas, vasos sanguíneos, terminaciones nerviosas (receptores de sensaciones y estímulos) y la raíz del pelo y de las uñas. La capa más externa, la epidermis, es un estrato con pocas células. Contiene pigmentos, poros y conductos, y su superficie está formada por células muertas. Las uñas y el pelo son adaptaciones que surgen a partir de las células muertas. Las glándulas sudoríparas excretan agua y disminuyen la temperatura corporal gracias a la evaporación de las gotitas de sudor. Los vasos sanguíneos de la dermis regulan también la temperatura corporal. Se contraen para preservar el calor del organismo y se dilatan para disiparlo. Tipos distintos de receptores transmiten la presión, la temperatura y el dolor. Las células grasas de la dermis aíslan el organismo y las glándulas sebáceas lubrican la epidermis. (Encarta)

 

 

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